A Serbian Film: la película más pinche fuerte que he visto (hasta ahora)

A lo largo de los años en los que me he considerado “cinéfilo” (empecé a ver películas sin para a los quince años) he visto varios filmes que se han considerado, tanto por la crítica como por la audiencia, como algunos de los más extremos y violentos: Irreversible de Gaspar Noé; Martyrs de Pascal Laugier; Holocausto Canibal de Ruggero Deodato; Hostal I y II de Eli Roth y Atroz de Lex Ortega, entre muchas otras. No es que sea un fan particular del gore, y sí, ya sé que de inmediato van a salir los que leyendo esta lista pensarán: “ay, yo he visto películas más fuertes” o “esas películas son muy comerciales” y otros comentarios sobre esa línea; lo que pasa es que yo nunca dije que fuera un experto en el subgénero del gore o del denominado cine extremo, lo único que estoy diciendo es que me gusta mucho el cine, y que después de tantos años viendo películas me he encontrado con algunas que han pasado a ser catalogadas como “extremas” por x o y razón. Tampoco soy alguien que se dedique a reseñar y recomendar la inmensa cantidad de filmes incluidos en estos géneros y subgéneros, para eso les recomiendo el canal de YouTube, RottenMind, del cual yo mismo soy un visitante periódico.

Aclarado lo anterior, y cubriéndome las espaldas de todos los esnobs que puedan llegar a leer esto, hace unos días me animé, después de muchísimos años de dudas, a ver A Serbian Film, una cinta que inunda todos los videos de YouTube que tienen por objetivo enlistar las cintas mas perturbadoras y siniestras de la historia del cine. Había leído ya varias reseñas y sabía más o menos de qué iba la cinta, y justo por eso es que había evitado buscarla, para no darme un festín nauseabundo de escenas que se quedan grabadas en tu cabeza para siempre; pero esa noche, recuerdo haberme encontrado particularmente triste, y si algo me ayuda a poder pasar esos momentos de angustia y desolación, es una buena película de terror (puede ser nueva, o puede ser poner por vigesimotercera vez El bebé de Rosemary de Roman Polanski). Pues decidí, finalmente, visualizar la cinta dirigida por Srđan Spasojević rodada en el año 2010.

A Serbian Film nos habla sobre Milos, catalogado como “uno de los mejores actores porno de toda la historia”, quien ha dejado atrás a la turbulenta industria del cine para adultos, ya que intenta enforcarse en su recién obtenido papel como padre de un niño. Sin embargo, la economía familiar no va nada bien, y Milos comienza a cuestionarse si no sería lo mejor volver al mundo de la pornografía. Por esos días, un misterioso productor le ofrece a Milos un papel en lo que él sostiene que será “la mejor cinta pornográfica de la historia”, una “verdadera obra de arte”; la suma de dinero que le ofrece a Milos por su participación es exorbitante, al punto en que la propia esposa de nuestro protagonista lo insta a aceptarla, sabiendo que esa cantidad de dinero les solucionaría la vida por completo, sin embargo, existe una condición: Milos no será informado de absolutamente ningún detalle sobre la cinta a filmar, ni el argumento, ni el inicio del rodaje, ni nada. Después de pensarlo mucho, Milos acepta el papel, sin saber que se estaba metiendo en la experiencia más aterradora y peligrosa de toda su existencia.

A Serbian Film es una de esas películas que deseas pausar, pero que no puedes hacerlo. Las actuaciones, el guion, la fotografía, el argumento, todos los elementos que una buena cinta debe tener aparecen aquí y pueden ser disfrutados, claro, con la condición de tener el estómago suficiente para poder observar los actos más ruines y miserables de los que el ser humano es capaz. La película ha sido prohibida y censurada en todo el mundo, desde su lanzamiento hasta la fecha, pero a la vez, no ha dejado de obtener premios, desde su proyección en el prestigioso Festival de Cannes hasta el Festival de Cine de Montreal donde se galardonó como “mejor película”.

Sinceramente, disfruté la cinta a nivel cinematográfico, pero supongo que es una de esas películas que se ven una vez en la vida y nunca jamás se regresa a ella, y, por supuesto, no es una película que le recomendaría ver a nadie, empezando contigo, querido lector (¿o no?)

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Verónica: una muestra interesante de cine de terror español

Semana Santa para mí siempre ha significado un tiempo de descanso y reflexión, pero también, y no recuerdo muy bien cuándo ni cómo, es una semana en la que me dedico a ver mucho cine de terror. Dicho esto, hoy quiero venir a recomendarles una cinta para que, si gustan pasar una noche inquieta, sintonicen…

¿Cuántas lunas?

¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir? ¿Cuántas de ellas me habrán bañado con sus rayos repletos de melancolía y tristeza? ¿Cuántas veces habré deseado desvanecerme en esos parajes nocturnos? ¿Cuántas lunas habrán sido testigos silenciosos de mi angustia y soledad? ¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir, deseando no ver ni una sola más?

In My Restless dreams…

Yo comencé en el mundo de los videojuegos desde muy niño, como ya había mencionado en muchas otras entradas; y desde siempre me ha gustado todo lo relativo al mundo del terror, como también he mencionado en entradas anteriores; en consecuencia, los videojuegos de terror siempre fueron algo por lo que sentí una especial atracción.…

Verónica: una muestra interesante de cine de terror español

Semana Santa para mí siempre ha significado un tiempo de descanso y reflexión, pero también, y no recuerdo muy bien cuándo ni cómo, es una semana en la que me dedico a ver mucho cine de terror. Dicho esto, hoy quiero venir a recomendarles una cinta para que, si gustan pasar una noche inquieta, sintonicen en estos días.

Hace ya algunos años, varios de nosotros fuimos sorprendidos por la calidad y los buenos sustos que nos dio la cinta española REC, al punto en que ésta se considera, hoy por hoy, un film de culto. Para muchos, la cinta dirigida por Paco Plaza y Jaume Balagueró apareció como la prueba de que el cine de terror en español podía equipararse en calidad al de la industria anglófona; con esto no quiero decir que no se hayan hechos cosas de calidad en el género antes de REC – sólo haría falta mencionar el cine de Alex de la Iglesia como muestra – pero es que REC fue un éxito a nivel internacional alabado tanto por el público como por la crítica. A partir de ahí, muchas cintas españolas de terror fueron reivindicadas y otras tantas comenzaron a producirse, convirtiendo al cine español en un referente del género.

Verónica, estrenada en el año 2017 y dirigida de nueva cuenta por Paco Plaza, es una película inspirada en el terrorífico Caso Vallecas, supuestamente, el único expediente policiaco en el que se testimonió la participación de fuerzas sobrenaturales.

Verónica, nuestra protagonista, juega a la tabla Oujia en el marco de un eclipse solar, intentando contactar a través del artefacto a su padre, quien hacía poco había fallecido. Durante el ritual las cosas se salen de control, y a partir de allí comenzarán toda una serie de sucesos que no le darán paz a Verónica ni a sus hermanas: desde aquellos clichés propios de una cinta de terror (las luces que se prenden y se apagan; las puertas que se abren y se cierran) hasta acontecimientos que, como espectadores, nos helarán hasta el último centímetro cúbico de sangre. Verónica es una película que nos estremece de principio a fin, guardando varios de los elementos clásicos del género, pero innovando en muchos otros. La cinta brilla por todos lados: las actuaciones – incluyendo la de la consagradísima Ana Torrent y el impresionante debut de Sandra Escacena – la dirección, la fotografía y el guion, todo está en su lugar para lograr hacer que no podamos evitar sentir que hay alguien a nuestras espaldas, durante y después de ver la cinta. En lo personal, la considero una gran obra para los amantes del cine del terror y la cual, les invito a poner esta noche, siempre con la advertencia de que, probablemente, no puedan conciliar el sueño con tranquilidad; de cualquier manera, estamos de vacaciones, así que no hay pretexto.

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Metalocalypse: una serie BRUTAL

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In My Restless dreams…

Yo comencé en el mundo de los videojuegos desde muy niño, como ya había mencionado en muchas otras entradas; y desde siempre me ha gustado todo lo relativo al mundo del terror, como también he mencionado en entradas anteriores; en consecuencia, los videojuegos de terror siempre fueron algo por lo que sentí una especial atracción. Fueron muchos los títulos con los que, más o menos desde que tenía once años empecé a incursionar en el género: Resident Evil, Clocktower, Parasite Eve, Alone In The Dark y así podría seguir la lista; sin embargo, el juego que llegó a cambiar toda mi experiencia con el Survival Horror y que hasta hoy en día tiene un lugar especial en mi historia de vida, sin lugar a dudas fue Silent Hill

Pues sí, tenía mi Playstation, primera consola de videojuegos desarrollada por Sony, la cual nos trajeron los Reyes Magos a mí y a mi hermano por ahí del año de 1995. El día que cumplí once años, mis papás me llevaron a que eligiera un juego por mi cumpleaños, y recuerdo haber visto esa enigmática portada en tonos grises y decidirme por ese título; recuerden que el internet no era lo que hoy en día: no había smartphones, ni WI-FI, ni YouTube, por lo que comprar un videojuego en ese entonces tenía más que ver con un asunto de intuición o algo que se platicaba con los compañeros de escuela en el recreo. Recuerdo muy bien que después de comprar el juego, fuimos los cuatro a cenar a un restaurante muy famoso por esa época aquí en la Ciudad de México que se llamaba “California”, y luego llegamos a casa; en el canal 5 de la televisión mexicana, pasaban “Pequeños gigantes”, esa película sobre futbol americano que seguramente toda mi generación ubica. Y ese fue mi cumpleaños número once.

Unas cuantas semanas después, llegaron las vacaciones de verano (mi cumpleaños es el primero de mayo) y la dinámica en la familia cambió, ya que mis padres trabajan en varios pendientes por la mañana y mi hermano salía más tarde del colegio, por lo que pasaban a recogerme y me quedaba solo en casa como hasta las cinco o seis de la tarde. En esos días, y dado que ya me encontraba de vacaciones y con bastante tiempo libre de sobra, fue que decidí comenzar a jugar Silent Hill. La obra audiovisual me atrapó: rudimentaria para nuestros días, probablemente, pero en ese momento yo nunca había visto una animación como la que prologaba a Silent Hill, todo acompañado por la música sofocante e inquietante compuesta por Akira Yamaoka; aquella mandolina siniestra erizaba los vellos de la piel desde los primeros compases. Después de aquella macabra introducción, que dejaba con más preguntas que respuestas, la aventuraba comenzaba, tomando el papel de Harry Mason, un escritor de 32 años quien es padre de la tierna Cheryl, niña que por razones que no quedan muy claras, le pide a su progenitor que vayan de vacaciones a un extraño lugar llamado Silent Hill. En el camino a ese pueblo, Harry y Cheryl se ven involucrados en un accidente de carretera; Harry se desmaya, y al despertar, cae en cuenta que Cheryl ha desaparecido, por lo que comienza rápidamente la empresa de recorrer todo el pueblo hasta encontrarle, pero la tarea no es tan sencilla, ya que todo el lugar se encuentra abrazado por una enorme capa de ceniza que dificulta la visibilidad del propio andar de Harry. Después de un rato de caminar, Harry entra en un oscuro callejón que se va haciendo cada vez más tenebroso conforme camina, y unas sirenas comienzan a sonar sin detenerse, al tiempo que nuestro protagonista encuentra una silla de ruedas abandonada, y, finalmente, un cuerpo desollado colgado de una reja en una posición similar a la crucifixión. De la nada, unos extraños seres comienzan a atacar a Harry, y repentinamente perdemos el conocimiento. Así comienza Silent Hill.

Ese sería mi primer acercamiento con la obra maestra de Konami, y recuerdo que en esas tardes lluviosas de julio en las que yo me encontraba solo en casa, el videojuego se convirtió en casi un tabú para mí: un objeto de adoración que venía acompañado de peligro y maldición, y es que no podía dejar de jugarlo, pero todo a mi alrededor comenzó a sentirse ominoso. Por momentos tenía que detenerme, ya que el miedo se apoderaba de todo mi ser, haciendo que cualquier rechinar de una puerta o el sonido del viento en alguna ventana fueran interpretados por mí como señales inequívocas de un espectro o demonio. Aun así, como les digo, no podía alejarme del videojuego. ¡Ni hablar de jugarlo por las noches o que mis papás se enteraran que yo estaba consumiendo ese tipo de contenidos! Por lo que debía hacerlo siempre a solas y de manera clandestina. Fueron muchos meses de diversión [sic] los que Silent Hill me proporcionó, porque, además, dependiendo de las decisiones tomadas por el jugador, se podían obtener varios finales distintos y encontrar armas y objetos secretos, por lo que la rejugabilidad del título era enorme.

La franquicia de Silent Hill siguió creciendo con el paso de los años, hasta llegar al punto donde hoy en día, más de veinte años después, los fanáticos seguimos en espera de un nuevo título, pero la empresa japonesa de videojuegos sigue sin dar ninguna señal clara que nos haga pensar que llegara un nuevo episodio de la saga.

Hasta hoy en día, todavía hay tardes oscuras y lluviosas que me recuerdan cómo era jugar Silent Hill en esos días de niñez, y hasta hoy en día, todavía tengo varios títulos de Silent Hill sin poder terminar, ya que, al igual que cuando tenía once años, la sugestión derivada de apagar todas las luces, cerrar las puertas y ventanas, y sentarse frente a la pantalla del televisor a jugar cualquiera de los títulos de la franquicia, se torna en una experiencia aterradora que me pone los nervios de punta, y muchas veces, ahora con 35 años, sigo sin estar dispuesto a pasar varias noches sin poder dormir.

Y sí, para los fanáticos de la serie que han llegado hasta aquí, sé que la frase de la entrada pertenece a la segunda entrega, pero es que cada que pienso en Silent Hill, esa sentencia es lo primero que llega a mi cabeza.

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Si algo me pasa, los quiero…

Pocas veces me encuentro con algo tan desgarrador como el cortometraje del que les vengo a hablar el día de hoy. Si algo me pasa, los quiero es un filme escrito y dirigido por Will McCormack y Michael Govier ganador del Oscar a “Mejor cortometraje de animación” en el año 2021, y cuando uno lo ve, tanto por su contenido como por su forma, se entiende el por qué es que fue galardonado. Pocos documentos ayudan tanto a pensar y trabajar el duelo como este: en alguna otra entrada ya he hablado del libro de Rodrigo Morlesin titulado Elvis nunca se equivoca, y en esa ocasión yo relataba lo mucho que esa historia me ayudó a superar la muerte de mi hermano, pues bueno, Si algo me pasa, los quiero es una obra del mismo talante. No quiero decir nada más allá de lo mencionado, ya que por su corta duración es mejor que ustedes mismos vayan y se den la oportunidad de vivirlo. Es un documento visual que nos habla de la pérdida irreparable de un ser querido y de la violencia en la sociedad actual, pero también es una obra que nos habla de la esperanza y del cómo mantener vivos a esos seres que amamos y que iluminaron nuestra vida en algún momento. Vale, hasta acá, que se me hace el nudo la garganta sólo de escribir estas palabras y recordar la cinta, ustedes véanla y coméntenme qué les pareció. Si algo me pasa, los quiero se encuentra disponible en Netflix.

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Metalocalypse: una serie BRUTAL

Adult Swim nos ha regalado varias joyas de la animación para adultos con el paso de los años; quizá la más famosa en la actualidad sea Rick and Morty, pero esto no significa de lejos que sea la única. Hoy les vengo a hablar de Metalocalypse, animación producida por Adult Swim y emitida por primera vez en el año 2006. La serie nos narra las aventuras y desventuras de Dethklok, banda ficticia de Death Metal conformada por Nathan Explosion, William Murderface, Pickles, Skwisgaar Skwigelf y Toki Wartooth. En el universo de la serie, Dethklok es la banda más famosa e importante del mundo, representando, de hecho, la duodécima economía a nivel mundial, por lo que cada disco de Dethklok significa la reactivación de toda la economía global, y de igual manera, cada tropiezo que la banda tiene a lo largo de la serie puede llegar a significar crisis económicas globales o incluso connatos de conflictos bélicos internacionales. Desde aquí podemos notar algo de la tónica absurda y exagerada de la animación, pero no se dejen engañar, Metalocalypse contiene un humor ácido y políticamente incorrecto que termina por ser una sátira de toda la industria discográfica, así como de los gobiernos mundiales y, claro está, de las masas enajenadas bajo el modo de producción capitalista. Así como lo digo, Metalocalypse es un documento de análisis y reflexión sobre los tiempos modernos.

La serie fue un rotundo éxito en su momento, y a pesar de que Dethklok es una banda ficticia, llegó a ser patrocinada por marcas como Gibson. Por otro lado, y como es de esperarse, la serie está llena de música compuesta por la misma banda, y así como en el mundo de la animación, los discos que se grabaron y salieron al mercado resultaron ser todo un fenómeno de ventas; tanto fue así que The Dethalbum vendió 33, 741 copias sólo en la primera semana de lanzamiento, ¡convirtiéndose en el disco de Death Metal más vendido de la historia!

La música de Dethklok es una mezcla de letras irrisorias y en momentos ridículas, como por ejemplo, Duncan Hills Coffee, que es un jingle para una marca de café que destaca las propiedades del delicioso producto promocionado; en la serie, Duncan Hills Coffee se vuelve la marca más vendida de café en todo el mundo gracias a su convenio con Dethklok, y si bien, muchas de las letras hablan sobre trivialidades, la música elaborada por Dethklok posee un virtuosismo comparado sólo con pocas bandas de la talla de Therion o Meshuggah. La música de Dethklok puede ser clasificada como un Death Metal Sinfónico de la más alta calidad, y es que, en la vida real, todos los miembros de Dethklok son músicos, compositores e instrumentistas de renombre, y cada uno de los personajes se encuentran inspirados en músicos como Geezer Butler de Black Sabbath, George “Corpsegrinder” de Canibal Corspe, Yngwie Malmsteen y Mikael Akerfeldt de Opeth. Al mismo tiempo, encontraremos otros personajes como el mítico Dr. Rockso, parodia de varios músicos pertenecientes al Glam Metal, como David Lee Roth de Van Halen o Nikki Sixx de Mötley Crüe.

Existió todo un desfile de músicos invitados para participar en la serie, como James Hetfield y Kirk Hammet de Metallica, Michael Amott de Arch Enemy, Steve Smyth de Testament, King Diamond y Mike Patton de Faith No More, entre muchos otros. ¡Metalocalypse es una parada obligatoria para los amantes del Metal!

Y bueno, si no eres fan del género musical, no importa, como dije antes, Metalocalypse brilla por su sentido del humor e ingenio, haciendo que cualquiera, headbanger o no, disfrute de esta increíble serie.

Desafortunadamente, la serie terminó de manera abrupta en el 2013, y si bien hoy en día existe una suerte de “cortometraje” para darle fin a la historia, la verdad es que los fans siempre nos quedaremos con ganas de una nueva temporada.

¿Y ustedes, qué esperan para ver Metalocalypse y gritar a todo volumen “¡BRUTAL!”

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Crecimos viendo esto: As Told By Ginger

A principios del presente milenio, llegó una serie que cambió una buena cantidad de paradigmas y lugares comunes a la hora de pensar las animaciones dirigidas al público adolescente, ya que, tanto en la forma como en el contenido, se trató de una producción que retó en muchos sentidos, tanto a los directivos de Nickelodeon, como a la propia audiencia. As Told By Ginger, creada por la actriz y guionista norteamericana Emily Kapnek, transmitida desde el año 2000 hasta el 2006, fue la animación que giraba en torno a la vida de Ginger Foutley, una chica sensible y creativa a la que acompañamos en el periodo de su vida que va desde los 13 hasta los 16 años, aproximadamente. Ginger estará acompañada por toda una serie de otros personajes: su madre Lois, su hermano Carl, sus mejores amigas Macie y “Dodie”, y las antagonistas de la serie, Miranda y Courtney Gripling, por mencionar sólo algunos.

Hasta ahora, al lector le puede sonar esta serie como una de entre muchas; en este punto de la exposición, As Told By Ginger de hecho suena como una serie un tanto frívola hecha para adolescentes promedio que no aporta mucho frente a otras, pero, como se dice coloquialmente, “el diablo está en los detalles”. Ginger es una serie que, incluso cuando la veíamos de niños, sabíamos que no era una caricatura convencional. Alrededor de los sesenta capítulos con los que cuenta, temas como el duelo por la muerte de un ser querido, el divorcio, el comienzo de la sexualidad adolescente y lo que conlleva (la menstruación, por ejemplo), el pudor sobre el propio cuerpo y la fidelidad en las relaciones de amistad, son sólo muchos de los temas que se tratan en la serie. Recuerdo dos episodios en particular que en su momento me hicieron pensar bastante, y que ahora a la distancia entiendo el porqué: el primero de ellos tenía que ver con un poema que Ginger escribe, y que, a partir de éste, maestros, familia y compañeros comienzan a preocuparse por el estado anímico de la protagonista, todos con el miedo latente de que Ginger estuviera pensando en el suicidio. Por supuesto que la serie no utilizaba el término “suicidio” como tal, pero era muy obvio que ese era el tema de dicho capítulo. Otro episodio, que igual resaltaba por su tono gris y sobrio era aquel en que Ginger escribía una composición para ser recitada en público, en la que trataba la manera en cómo, la ausencia de su padre, la había afectado desde una infancia muy temprana.

As Told By Ginger tenía una estructura serial, lo que quiere decir que la animación iba avanzando y afectándose en su desarrollo capítulo tras capítulo, por lo que también podemos apreciar cómo es que los personajes se van desarrollando física y psicológicamente, lo que siempre sirvió para crear tramas complejas y profundas. La innovación en Ginger se ve en ciertos detalles, por ejemplo, en el hecho de que se trató de la primera serie animada que hizo que todos sus personajes (sólo con contadas excepciones), utilizaran un atuendo distinto por día, a diferencia de otros protagonistas de series animadas; como admite el propio Bart Simpson, quien ha usado la misma ropa durante varios años seguidos. Quizá no parezca la gran cosa, pero cuando uno atiende a este tipo de detalles, se nota el amor que su creadora y toda la producción pusieron ahí.

Pero Ginger no es sólo esta “telenovela para niños” – como la calificó ya en su momento un primo de mí misma edad – sino que también es una gran comedia animada. Los personajes de Carl y “Hoodsey” agregan ese carácter irreverente, por lo que además de varias reflexiones, la serie también ofrece momentos de hilaridad.

Fue hace unos días que reencontré esta serie en internet, y no quise dejar de escribir sobre ella. La he disfrutado mucho más ahora de adulto que lo que la disfrutaba en su momento, y creo que se debe a que Ginger es uno de esos productos que funcionan en muchos niveles, por lo que, sin lugar a dudas, se las recomiendo encarecidamente.

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Cinco películas que son tan malas que terminan siendo buenas

Todos hemos pronunciado esa frase que dice “de tan mala que es, terminó siendo buena”, refiriéndonos a esas cintas que son de tan pésima calidad – sea por su guion, su dirección o sus actuaciones – que no resultan aburridas o insoportables, sino que se volvieron parte de una tarde agradable en casa. Esas películas que nos han servido en una serie interminable de charlas de café para reírnos con aquellos que también han tenido la “oportunidad” de toparse con alguna de esas cintas. Hoy, rendiremos tributo a cinco de esos filmes que terminaron por captar nuestra atención por 90 minutos o más a pesar de ser todo un desastre. Sirva también esta lista a manera de recomendación para todos aquellos que no se han encontrado con alguna de estas “joyas” en su camino.

1.- Stealing Harvard: seguramente, todos aquellos que comparten, más o menos, mi fecha de nacimiento (1989) recordarán a Tom Green, aquel excéntrico que formó parte sustancial del MTV de los años 90’s. Como presentador de distintos eventos, y anfitrión de su propio programa (The Tom Green Show), el alocado personaje representó todo un ícono lleno de irreverencia que llevó el humor escatológico, sexual y corporal al siguiente nivel. Pues en el año del 2002, Green aparecería en la pantalla grande en la cinta titulada Stealing Harvard, comedia en la que junto con Leslie Mann y Jason Lee, nos adentramos en la difícil misión de, por una promesa hecha en la infancia, conseguir el dinero para que la sobrina del protagonista pueda asistir a la prestigiosa universidad que se menciona en el título de la cinta. Como se imaginarán, el filme no contiene ni el guion mas desarrollado, ni las actuaciones más profundas, pero para cualquiera que se olvide de la categoría de “lo artístico”, esta obra es merecedora de ser vista una y otra vez.

2.- La Santa Muerte: el humor involuntario muchas veces resulta ser más divertido que aquel que se hace con la finalidad explícita de hacer reír, y La Santa Muerte de Paco del Toro es un claro ejemplo de ello. Esta cinta del 2007, creada con un claro mensaje religioso, parece que se olvida del concepto de “cinematografía”, ya que desde el guion, las actuaciones, la fotografía y llegando hasta la dirección, todo en esta cinta, – ¡todo! -, está mal hecho; no existe algo que se haya hecho con calidad en esta cinta. Ojo: no digo que el mensaje de la película esté bien o mal, ya saben, cada quien con sus creencias, pero lo que sí es digno de ese humor involuntario del que hablamos es toda la producción de esta “película” [sic]. Por favor, dense la oportunidad de ver La Santa Muerte de Paco del Toro para que entiendan de qué les estoy hablando.

3.- El Cavernícola: nadie puede negar la enorme fama que alcanzaron The Beatles en el siglo pasado, siendo reconocida, por muchísimos críticos y por el público en general como la mejor banda de rock de la historia. Es común que, ante tales niveles de popularidad, la Industria Cultural busque sacar el mayor provecho de esos momentos, comercializando toda una serie de productos que van desde loncheras hasta cajas de cereales, pasando, por supuesto, por la industria cinematográfica. Todo este preámbulo es para introducirlos a la película de 1981 protagonizada por Ringo Starr, en la cual interpreta al cavernícola llamado Atouk. Los efectos especiales son terribles, las actuaciones son pésimas, el guion está mal escrito, e incluso la cinta se siente lenta y cansada, y, sin embargo, para todo fan respetable de Los Beatles, esta es una parada obligada. Aún si no son fanáticos del Cuarteto de Liverpool, El Cavernícola es una cinta que puede llegar a entretenerlos y hacer que se rían un rato.

4.- Cable Guy: la primera referencia que tengo de esta película es – como muchas otras cosas en mi vida – un episodio de Los Simpson, en el cual, la familia norteamericana entra a un restaurante tipo Planet Hollywood en el que varios objetos pertenecientes al mundo de la farándula son expuestos en las paredes. Lisa observa el “espantoso guion de Cable Guy”, y Homero termina destruyéndolo con furia debido a que “casi arruina la carrera de Jim Carrey”. Años después tuve la oportunidad de ver la cinta en cuestión, y déjenme les digo lo siguiente: si son puristas del cine, o si consideran que la cinematografía debe ser profunda y debe suscitar reflexiones o debates intelectuales, no se acerquen a Cable Guy. Por mi parte, es una de mis cintas favoritas, y más allá de esas consideraciones puristas a las que hago referencia, sólo hacer falta ver el casting de la obra para que se hagan una idea de la “obra maestra” de la que les hablo: Ben Stiller, Leslie Mann, Bob Odenkirk, Jack Black, Owen Wilson, Matthew Broderick y, por supuesto, Jim Carrey. Más allá del súper elenco que la cinta contiene, Cable Guy no es un humor para todos, por lo que la cinta se resume en una de esas obras que se aman, o se odian.

5.- Hostel III: a muchas personas no les agradó la primera parte de esta saga producida por Quentin Tarantino y dirigida por Eli Roth; la segunda entrega fue todavía más criticada, y llegando a esta última parte, tanto la crítica como el público estuvieron de acuerdo en que se trataba de una porquería. Hay que decir que para esta tercera entrega ni Tarantino ni Roth participaron en la cinta, y eso explica el por qué de la bajísima calidad del filme, sin embargo, a pesar de lo mala que es, Hostel III es una película que puede sacarnos varias carcajadas. Si usted es fan de ver algunas tripas, sangre y escenas sexuales mezcladas con algo de violencia, quizá Hostel III sea una buena opción para una tarde de domingo.

Y así llegamos al final de esta infame lista. ¿Conocían alguna de estas cintas? ¿Estarían de acuerdo en que son tan malas que terminan siendo buenas? ¿Qué otras películas incluirían ustedes en esta lista? Déjenme sus comentarios para poder seguir ampliando la selección de estas terribles (quizá no tan terribles) obras cinematográficas.

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Un breve relato sobre la línea 12 del metro

No son pocas las ocasiones en que, sin darnos cuenta, estamos viviendo épocas de nuestra vida que, más adelante, serán recordadas con nostalgia. Lo que quiero narrarles en esta ocasión tuvo lugar entre los años 2018 y 2019. Se me ofreció la oportunidad de dar clases de arte en la Universidad del Claustro de Sor…

Crecimos viendo esto: Ren y Stimpy

Recuerdo que hace unos años, uno de mis sobrinos me preguntaba por las animaciones que a mí me tocó ver a su edad, es decir, aproximadamente a los siete u ocho años; más allá del anime como Dragon Ball, Sailor Moon o Caballeros del Zodiaco, entre otras series que yo veía en esa época, vino…

Crecimos viendo esto: Ren y Stimpy

Recuerdo que hace unos años, uno de mis sobrinos me preguntaba por las animaciones que a mí me tocó ver a su edad, es decir, aproximadamente a los siete u ocho años; más allá del anime como Dragon Ball, Sailor Moon o Caballeros del Zodiaco, entre otras series que yo veía en esa época, vino a mi mente El show de Ren y Stimpy. Busqué en YouTube algún capítulo de dicha serie y le mostré el primero que apareció. No habían pasado ni cinco minutos cuando él me preguntó sorprendido si ese era el tipo de caricaturas que los niños de mi edad vimos en su momento, y no podía creer que algo así como lo que él estaba visualizando pudiera haber sido creado para un público infantil. Esto no fue ninguna revelación para mí, ya que, desde que yo veía el programa, la controversia había tocado de manera recurrente al show de Ren y Stimpy.

Como dije, yo tenía alrededor de siete años cuando mi mamá pasaba por mí y mi hermano a la primaria; llegábamos a comer, y mientras comíamos veíamos en televisión abierta a Ren y Stimpy. Más allá de que a mi madre ciertas escenas le causaran asco o incomodidad, recuerdo que ella se reía junto a mí y Fernando, y esta rutina que comento se prolongó durante bastante tiempo, no recuerdo cuánto, pero así pasaron los años. Posteriormente el show fue cancelado, y muchos años después, ya siendo adolescentes, mi hermano y yo nos dimos a la tarea de buscar la serie ahora en formato DVD. Menciono esto por dos cosas: más allá de la controversia que acompañó al programa, mi madre nos dejaba ver a Ren y Stimpy, tanto así que se convirtió en uno de los recuerdos más importantes de nuestra infancia al punto de buscarla más adelante.

Pero, ¿de qué va El show de Ren y Stimpy? La caricatura, creada en 1991 por John Kricfalusi nos presenta a Ren Höek, un chihuahua neurótico y por momentos perverso que vive acompañado de Stimpson J. Gato, un felino que a diferencia de Ren es dulce e ingenuo y su visión de la vida es bastante inocente y cándida. La serie no tenía ningún tipo de linealidad; lo que veíamos era a estos dos personajes en varias situaciones inverosímiles y disparatadas. Me sería imposible hablar de todos los eventos que acontecieron en la serie, lo que sí puedo hacer es traer aquí algunos de los episodios que desde aquella lejana infancia sigo manteniendo en mi mente: el episodio sobre el Hada de los Dientes, una versión “poco común” – por decir lo menos – del personaje de fantasía; cuando Ren se vuelve una gran estrella del cine de Hollywood; el episodio de Olorín (que no era otra cosa que una flatulencia de Stimpy, quien se convierte en su mejor amigo), o cuando Stimpy se vuelve el enfermero de Ren. Mención honorífica al episodio donde Ren se vuelve productor de un cortometraje animado titulado “Me gusta el rosa”, protagonizado por Explody. Hasta la fecha, río a carcajadas (¡se los juro!) cada que lo veo en YouTube. Considero a ese episodio y al cortometraje en cuestión una obra de arte de la comedia de lo absurdo. Son fragmentos como estos los que nos dejan valorar, hasta hoy en día, el hecho de que Ren y Stimpy nunca fue una caricatura para niños, sino un ejercicio de animación de finales del siglo XX que coqueteaba ya con temas y tonos surreales que definirían la animación para adultos todo lo que se haría posteriormente.

Además, encontramos a toda otra serie de personajes igual de perturbadores que el propio Ren y Stimpy, por ejemplo, el Señor Caballo, el Hombre Tostadas en Polvo, el Capitán Fangoso, Kowalski y Sammy Mantis Jr.

Ren y Stimpy también contenía una buena cantidad de sátira a la sociedad del espectáculo: desde aquella que iba dirigida a la industria cinematográfica, como a todo el marketing enfocado al posicionamiento de productos para niños. Sobre esto último, y si ustedes vieron la serie en su momento o posteriormente, recordarán los anuncios dentro de la transmisión del programa de “Tronco” y “Sebo” o la famosa «Arena Pulcrogato».

Le debemos mucho, muchísimo a Ren y Stimpy: gracias a esta serie muchos nos familiarizamos desde edades muy tempranas con el jazz, el blues y la música clásica, y por supuesto, lo más importante, Ren y Stimpy fue la serie que le abrió las puertas a toda una nueva generación de animación: nunca hubieran existido Los Simpson, Los Reyes de la Colina, South Park, La Vaca y el Pollito y Beavis and Butt-head sin Ren y Stimpy; no lo digo yo, lo dicen sus propios creadores, Matt Groening, Trey Parker y Matt Stone, David Feiss y Mike Judge.

Ren y Stimpy es y será, por su propio mérito y por la influencia que tuvo en toda la animación de lo siglos XX y XXI, una pieza fundamental de la historia de la animación.

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El mejor videojuego de la historia: Castlevania: Symphony of the Night

Yo tenía diez años, y, no recuerdo bien por qué razón, pero mis padres, mi hermano y yo, fuimos una tarde al mercado de Jamaica. Era bastante común que visitáramos esa zona del ya desaparecido Distrito Federal (que no es lo mismo que la Ciudad de México).

Mientras recorríamos los pasillos del mercado, pasamos por un puesto que vendía juegos piratas de Playstation, y no sé si mi hermano y yo pedimos alguno, o si mis papás estaban de muy buen humor y en las condiciones económicas propicias para ofrecernos comprar uno de esos juegos, pero la cosa fue que nos dieron a elegir un disco de esos que, por aquel entonces, costaban más o menos diez pesos. Dejándome llevar por las portadas (ya que no tenía en mente ningún juego en específico) elegí uno de ellos donde se mostraba un enorme castillo en la cima de una montaña, con una noche lúgubre y una lluvia inclemente como telón de fondo. No sé si ya lo he contado en otra ocasión, pero desde muy pequeño me llamó la atención todo lo que tenía que ver con lo demoniaco y lo fantasmagórico, por lo que, ese castillo tenebroso hizo que ése fuera el juego que terminé pidiendo. El título del videojuego era Castlevania: Symphony of the Night.

Llegué a casa, y como era común cada que compraba un videojuego nuevo, lo primero que hacía era probarlo, pero ante la dificultad del primer jefe – el mismísimo Drácula – lo dejé quién sabe por cuánto tiempo.

Los recuerdos de toda esa época me resultan borrosos, así que no podría decir cuánto tiempo pasó desde ese día hasta lo que voy a contarles a continuación. Era una tarde muy fría y lluviosa, de aquellas en las que parece que el cielo está a punto de caerse, y las nubes grises ensombrecen y opacan todos y cada uno de los rayos solares que intentan atravesarlas. En el extinto Canal 4 de la televisión mexicana, pasaban una película de terror sobre una casa de muñecas, en la que los títeres que la habitaban tomaban vida por las noches. Hasta la fecha no tengo ni idea de cuál era el nombre de ese filme ni ninguna otra información. Una vez que terminó esa función vespertina, me quedé con ganas de seguir disfrutando de lo sobrenatural, por lo que sin saber muy bien qué hacer en esa tarde ominosa, le di otra oportunidad al videojuego comprado en Jamaica; después de eso, no pude dejar de jugarlo.

 Castlevania: Symphony of the Night otorgaba una experiencia que ningún otro juego me había ofrecido hasta ese entonces. Había esqueletos que intentaban apuñalarte; enfrentamientos directos con La Muerte, empuñando su guadaña lista para atacar; vampiros, calabozos, laboratorios de alquimia, todo acompañado con un soundtrack que, muchos años después, reconocería como una pieza maestra, no sólo de la historia de los videojuegos, sino de la música contemporánea en su totalidad: les estoy hablando de Nocturne in Midnightde Michiru Yamane. Recuerden que para ese entonces no había dispositivos móviles, ni redes sociales, vaya, no existía ni siquiera el Wifi; tener conexión a internet en el hogar se mostraba, todavía, como algo utópico y fantasioso, por lo que todo esto que les estoy relatando lo estaban viviendo miles de otros jugadores alrededor de todo el mundo, pero no había manera de que yo lo supiera.

Cada que tenía un tiempo libre (mayoritariamente en las noches), corría a la Playstation a intentar vencer a todos los esbirros del Conde Drácula, recorriendo cada uno de los escenarios que me aparecían. El juego tenía una dificultad considerable, por lo que había que intentar derrotar a cada uno de los enemigos una y otra vez. Además de la dificultad, la extensión era enorme, cosa que también significó, para ese momento en la historia de los videojuegos, algo con lo que SOTN estaba rompiendo paradigmas.

En Halloween y Día de muertos invitaba a mis primos a jugar Castlevania, con lo que, como ya se estarán imaginando, más allá de lo increíble que el juego resultaba ser, cada que pienso en SOTN llegan a mi cabeza incontables recuerdos sobre mi infancia.

Por más horas que uno jugara, pareciera que la aventura era interminable, tanto así que fue cuestión de años lo que me tomó para terminar el juego. Otra vez, recuerden, no había blogs, ni guías en internet, ni videos en YouTube que te revelaran secretos, todo era a partir de jugar por horas e ir desentrañando los secretos por tu propia cuenta. Podía quedarme atascado en un jefe imposible de vencer, o dando vueltas por todo el castillo de Drácula sin saber qué había que hacer después, pero todo valía la pena cuando, finalmente, se encontraba una nueva sección del castillo y se avanzaba en la aventura, sólo para encontrarse con más enigmas o con enemigos cada vez más fuertes. La verdad es que no pesaba jugar una y otra vez SOTN, ya que, como había comentado, el soundtrack a manos de Michiru Yamane era una delicia; incluso había ocasiones en que jugaba sólo para poder escuchar la música del juego (piensen: sin YouTube, Spotify o cualquiera de las herramientas recientes, no había otra forma de poder escuchar la música del SOTN).

Cada que avanzaba, siempre me quedaba sorprendido con las bestias infernales que resguardaban la guarida del Conde; eran animaciones y diseños que me “volaban la cabeza”:

Beelzebub

Orlox

Legion

Estos son sólo algunos de los seres de pesadilla que había que exterminar para poder seguir progresando en el juego, muchos de ellos tomados del folclor popular, de Hollywood o de entregas anteriores de la misma saga. Los escenarios, que van desde catedrales góticas, hasta coliseos romanos, no dejaban de sumergirme completamente en la atmosfera del castillo. Alucard – hijo de Drácula, protagonista del juego -podía transformarse en un poderoso lobo o en niebla para acceder a lugares inexplorados del castillo, así como lanzar hechizos, y los diálogos de éste y los otros personajes siguen grabados en la memoria de todos los que lo jugamos

Podría seguir escribiendo por horas todo lo que SOTN significó para mí de niño, y todos los recuerdos y las impresiones que, todavía hoy, el juego sigue ocasionándome.

Hasta la fecha, cada que puedo vuelvo a jugar el SOTN, el que, sin lugar a dudas, para mí y para varios jugadores en todo el mundo es el mejor videojuego de toda la historia.

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En 1997 salió a la venta el videojuego que para muchos es, incluyéndome, uno de los mejores y más importantes de la historia de la industria: Castlevania: Symphony of the Night – obra de la que no entraré en detalles porque merece su propia entrada -. Esta entrega, perteneciente a la famosa saga de videojuegos que inició en 1986 para la NES (Nintendo Entertainment System), vino a revolucionar no sólo a la colección de los Castlevania, sino que se considera como un momento paradigmático en el acontecer del mundo de los videojuegos, tanto así que, junto con Super Metroid, se le considera el padre del subgénero conocido como Metroidvania.

El genio detrás de la escritura, producción y realización de SOTN fue Koji Igarashi, quien en su momento trabajó para Konami y quien hoy en día ha seguido creando videojuegos por su cuenta, siendo reconocido en la actualidad como una leyenda en el mundo del gaming.

SOTN fue un éxito y es hasta hoy en día considerado como un juego de culto. No es extraño encontrarse directos en vivo en plataformas como YouTube, así como speedruns y toda una plétora de otros videos sobre contenido de la obra de 1997; con esto quiero decir que, más de medio cuarto de siglo después de su génesis, la obra maestra de Igarashi se juega como si se hubiese estrenado ayer.

Durante muchos años, Igarashi continúo entregando otros Castlevania que siguieron muy de cerca la fórmula del Symphony of the Night, y todos ellos fueron bien recibidos por el público y la crítica, sin embargo, desde hace ya aproximadamente más de una década, Konami ha dejado morir varias de sus sagas más importantes; no sólo Castlevania, sino otros éxitos de la empresa nipona como Silent Hill han quedado en el olvido más allá de la demanda de los fanáticos de esas célebres franquicias. La razón de lo anterior es interesante y curiosa: Konami se ha dedicado a las máquinas Pachinko (パチンコ), esa especie de “pinball” moderno que inunda las calles de Tokio y otras ciudades de Japón.  Los fans le han reclamado durante poco más dos lustros la empresa que reviva a Castlevania, pero ellos han decidido que lo mejor es crear remakes o nuevas entregas dirigidas exclusivamente al Pachinko o a dispositivos móviles.

En el año de 2014 Igarashi abandona Konami para continuar con su carrera como productor, director y escritor, pero ahora en solitario, lo que significó que, casi de inmediato, los fanáticos de Castlevania le rogaran que, más allá de los intereses comerciales de Konami, IGA – como también es conocido en el medio – retomará la serie. Por supuesto, los derechos de la saga los posee Konami, por lo que Igarashi no podía hacer un nuevo Castlevania como tal, y ahí fue donde se encontró con la primera dificultad. El otro gran problema era, y como ya se lo estarán imaginando, el dinero. Si algo tenía Konami que le faltaba a Igarashi eran millones de dólares para poder crear un nuevo Castlevania; sin embargo, y aunque el panorama era desolador, en 2015 se lanzó la campaña de micromecenazgo en la plataforma de Kickstarter para el lanzamiento de un nuevo “Castlevania” (y aquí ya le vamos poniendo comillas al título del proyecto). El resultado fue la recaudación de más de 5.5 millones de dólares, con lo que, dándole al público lo que quería, merecía y por lo que se pagó, Igarashi anunció que habría un nuevo juego Metroidvania en sus manos. Hay que decirlo: la campaña que acabamos de mencionar en Kickstarter ha sido una de las más exitosas en toda la historia de la plataforma (y como cosa curiosa, varias fotografías de los mecenas incluso fueron contenidas en los escenarios del resultado final).

Para no “darle más vueltas al asunto”, en 2019 pudimos tener (¡finalmente!) el vástago no autorizado por Konami de Castlevania, obra que fue bautizada como Bloodstained: Ritual of the Night. Es obvio que desde el nombre se trataba de revivir aquella saga olvidada por el gigante nipón de los videojuegos, y el resultado no pudo ser mejor. Bloodstained: Ritual of the Night es una delicia, llena de nostalgia para todos aquellos a los que SOTN marcó nuestra infancia. La jugabilidad es muy parecida, pero ofreciendo nuevas dinámicas y actualizando el concepto. La dirección de arte es hermosa, los escenarios están construidos de manera impecable, y la paleta de colores, así como el diseño de toda la gama de criaturas humanas y bestiales es intachable; el guion es increíble, interesante, profundo, y ofrece una historia novedosa y atractiva. Y la música… ¡ahí es a donde quería llegar, a la música!

Igarashi logró incorporar al proyecto a Michiru Yamane, una de las compositoras japonesas más importantes dentro de la historia de los videojuegos, quien alcanzó la fama y el renombre internacional con el soundtrack de SOTN llamado Nocturne in Midnight, presentándolo en vivo con orquesta sinfónica en varios festivales alrededor del mundo. Sí, ya se imaginarán la delicia que es jugar Bloodstained: Ritual of the Night con la sacrosanta mano de Yamane encargada de la banda sonora. Hay que decirlo: tanto SOTN como Ritual of the Night, valen la pena sólo por la música.

En fin, más allá de reseñar el videojuego, lo que quería era hablarles del largo y sinuoso camino que tuvo Bloodstained: Ritual of the Night para ver la luz. ¿Por qué no reseñarlo? Creo que la mejor forma de acercarse a esta obra maestra es que ustedes la experimenten de primera mano.

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