El mejor videojuego de la historia: Castlevania: Symphony of the Night

Yo tenía diez años, y, no recuerdo bien por qué razón, pero mis padres, mi hermano y yo, fuimos una tarde al mercado de Jamaica. Era bastante común que visitáramos esa zona del ya desaparecido Distrito Federal (que no es lo mismo que la Ciudad de México).

Mientras recorríamos los pasillos del mercado, pasamos por un puesto que vendía juegos piratas de Playstation, y no sé si mi hermano y yo pedimos alguno, o si mis papás estaban de muy buen humor y en las condiciones económicas propicias para ofrecernos comprar uno de esos juegos, pero la cosa fue que nos dieron a elegir un disco de esos que, por aquel entonces, costaban más o menos diez pesos. Dejándome llevar por las portadas (ya que no tenía en mente ningún juego en específico) elegí uno de ellos donde se mostraba un enorme castillo en la cima de una montaña, con una noche lúgubre y una lluvia inclemente como telón de fondo. No sé si ya lo he contado en otra ocasión, pero desde muy pequeño me llamó la atención todo lo que tenía que ver con lo demoniaco y lo fantasmagórico, por lo que, ese castillo tenebroso hizo que ése fuera el juego que terminé pidiendo. El título del videojuego era Castlevania: Symphony of the Night.

Llegué a casa, y como era común cada que compraba un videojuego nuevo, lo primero que hacía era probarlo, pero ante la dificultad del primer jefe – el mismísimo Drácula – lo dejé quién sabe por cuánto tiempo.

Los recuerdos de toda esa época me resultan borrosos, así que no podría decir cuánto tiempo pasó desde ese día hasta lo que voy a contarles a continuación. Era una tarde muy fría y lluviosa, de aquellas en las que parece que el cielo está a punto de caerse, y las nubes grises ensombrecen y opacan todos y cada uno de los rayos solares que intentan atravesarlas. En el extinto Canal 4 de la televisión mexicana, pasaban una película de terror sobre una casa de muñecas, en la que los títeres que la habitaban tomaban vida por las noches. Hasta la fecha no tengo ni idea de cuál era el nombre de ese filme ni ninguna otra información. Una vez que terminó esa función vespertina, me quedé con ganas de seguir disfrutando de lo sobrenatural, por lo que sin saber muy bien qué hacer en esa tarde ominosa, le di otra oportunidad al videojuego comprado en Jamaica; después de eso, no pude dejar de jugarlo.

 Castlevania: Symphony of the Night otorgaba una experiencia que ningún otro juego me había ofrecido hasta ese entonces. Había esqueletos que intentaban apuñalarte; enfrentamientos directos con La Muerte, empuñando su guadaña lista para atacar; vampiros, calabozos, laboratorios de alquimia, todo acompañado con un soundtrack que, muchos años después, reconocería como una pieza maestra, no sólo de la historia de los videojuegos, sino de la música contemporánea en su totalidad: les estoy hablando de Nocturne in Midnightde Michiru Yamane. Recuerden que para ese entonces no había dispositivos móviles, ni redes sociales, vaya, no existía ni siquiera el Wifi; tener conexión a internet en el hogar se mostraba, todavía, como algo utópico y fantasioso, por lo que todo esto que les estoy relatando lo estaban viviendo miles de otros jugadores alrededor de todo el mundo, pero no había manera de que yo lo supiera.

Cada que tenía un tiempo libre (mayoritariamente en las noches), corría a la Playstation a intentar vencer a todos los esbirros del Conde Drácula, recorriendo cada uno de los escenarios que me aparecían. El juego tenía una dificultad considerable, por lo que había que intentar derrotar a cada uno de los enemigos una y otra vez. Además de la dificultad, la extensión era enorme, cosa que también significó, para ese momento en la historia de los videojuegos, algo con lo que SOTN estaba rompiendo paradigmas.

En Halloween y Día de muertos invitaba a mis primos a jugar Castlevania, con lo que, como ya se estarán imaginando, más allá de lo increíble que el juego resultaba ser, cada que pienso en SOTN llegan a mi cabeza incontables recuerdos sobre mi infancia.

Por más horas que uno jugara, pareciera que la aventura era interminable, tanto así que fue cuestión de años lo que me tomó para terminar el juego. Otra vez, recuerden, no había blogs, ni guías en internet, ni videos en YouTube que te revelaran secretos, todo era a partir de jugar por horas e ir desentrañando los secretos por tu propia cuenta. Podía quedarme atascado en un jefe imposible de vencer, o dando vueltas por todo el castillo de Drácula sin saber qué había que hacer después, pero todo valía la pena cuando, finalmente, se encontraba una nueva sección del castillo y se avanzaba en la aventura, sólo para encontrarse con más enigmas o con enemigos cada vez más fuertes. La verdad es que no pesaba jugar una y otra vez SOTN, ya que, como había comentado, el soundtrack a manos de Michiru Yamane era una delicia; incluso había ocasiones en que jugaba sólo para poder escuchar la música del juego (piensen: sin YouTube, Spotify o cualquiera de las herramientas recientes, no había otra forma de poder escuchar la música del SOTN).

Cada que avanzaba, siempre me quedaba sorprendido con las bestias infernales que resguardaban la guarida del Conde; eran animaciones y diseños que me “volaban la cabeza”:

Beelzebub

Orlox

Legion

Estos son sólo algunos de los seres de pesadilla que había que exterminar para poder seguir progresando en el juego, muchos de ellos tomados del folclor popular, de Hollywood o de entregas anteriores de la misma saga. Los escenarios, que van desde catedrales góticas, hasta coliseos romanos, no dejaban de sumergirme completamente en la atmosfera del castillo. Alucard – hijo de Drácula, protagonista del juego -podía transformarse en un poderoso lobo o en niebla para acceder a lugares inexplorados del castillo, así como lanzar hechizos, y los diálogos de éste y los otros personajes siguen grabados en la memoria de todos los que lo jugamos

Podría seguir escribiendo por horas todo lo que SOTN significó para mí de niño, y todos los recuerdos y las impresiones que, todavía hoy, el juego sigue ocasionándome.

Hasta la fecha, cada que puedo vuelvo a jugar el SOTN, el que, sin lugar a dudas, para mí y para varios jugadores en todo el mundo es el mejor videojuego de toda la historia.

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En 1997 salió a la venta el videojuego que para muchos es, incluyéndome, uno de los mejores y más importantes de la historia de la industria: Castlevania: Symphony of the Night – obra de la que no entraré en detalles porque merece su propia entrada -. Esta entrega, perteneciente a la famosa saga de videojuegos que inició en 1986 para la NES (Nintendo Entertainment System), vino a revolucionar no sólo a la colección de los Castlevania, sino que se considera como un momento paradigmático en el acontecer del mundo de los videojuegos, tanto así que, junto con Super Metroid, se le considera el padre del subgénero conocido como Metroidvania.

El genio detrás de la escritura, producción y realización de SOTN fue Koji Igarashi, quien en su momento trabajó para Konami y quien hoy en día ha seguido creando videojuegos por su cuenta, siendo reconocido en la actualidad como una leyenda en el mundo del gaming.

SOTN fue un éxito y es hasta hoy en día considerado como un juego de culto. No es extraño encontrarse directos en vivo en plataformas como YouTube, así como speedruns y toda una plétora de otros videos sobre contenido de la obra de 1997; con esto quiero decir que, más de medio cuarto de siglo después de su génesis, la obra maestra de Igarashi se juega como si se hubiese estrenado ayer.

Durante muchos años, Igarashi continúo entregando otros Castlevania que siguieron muy de cerca la fórmula del Symphony of the Night, y todos ellos fueron bien recibidos por el público y la crítica, sin embargo, desde hace ya aproximadamente más de una década, Konami ha dejado morir varias de sus sagas más importantes; no sólo Castlevania, sino otros éxitos de la empresa nipona como Silent Hill han quedado en el olvido más allá de la demanda de los fanáticos de esas célebres franquicias. La razón de lo anterior es interesante y curiosa: Konami se ha dedicado a las máquinas Pachinko (パチンコ), esa especie de “pinball” moderno que inunda las calles de Tokio y otras ciudades de Japón.  Los fans le han reclamado durante poco más dos lustros la empresa que reviva a Castlevania, pero ellos han decidido que lo mejor es crear remakes o nuevas entregas dirigidas exclusivamente al Pachinko o a dispositivos móviles.

En el año de 2014 Igarashi abandona Konami para continuar con su carrera como productor, director y escritor, pero ahora en solitario, lo que significó que, casi de inmediato, los fanáticos de Castlevania le rogaran que, más allá de los intereses comerciales de Konami, IGA – como también es conocido en el medio – retomará la serie. Por supuesto, los derechos de la saga los posee Konami, por lo que Igarashi no podía hacer un nuevo Castlevania como tal, y ahí fue donde se encontró con la primera dificultad. El otro gran problema era, y como ya se lo estarán imaginando, el dinero. Si algo tenía Konami que le faltaba a Igarashi eran millones de dólares para poder crear un nuevo Castlevania; sin embargo, y aunque el panorama era desolador, en 2015 se lanzó la campaña de micromecenazgo en la plataforma de Kickstarter para el lanzamiento de un nuevo “Castlevania” (y aquí ya le vamos poniendo comillas al título del proyecto). El resultado fue la recaudación de más de 5.5 millones de dólares, con lo que, dándole al público lo que quería, merecía y por lo que se pagó, Igarashi anunció que habría un nuevo juego Metroidvania en sus manos. Hay que decirlo: la campaña que acabamos de mencionar en Kickstarter ha sido una de las más exitosas en toda la historia de la plataforma (y como cosa curiosa, varias fotografías de los mecenas incluso fueron contenidas en los escenarios del resultado final).

Para no “darle más vueltas al asunto”, en 2019 pudimos tener (¡finalmente!) el vástago no autorizado por Konami de Castlevania, obra que fue bautizada como Bloodstained: Ritual of the Night. Es obvio que desde el nombre se trataba de revivir aquella saga olvidada por el gigante nipón de los videojuegos, y el resultado no pudo ser mejor. Bloodstained: Ritual of the Night es una delicia, llena de nostalgia para todos aquellos a los que SOTN marcó nuestra infancia. La jugabilidad es muy parecida, pero ofreciendo nuevas dinámicas y actualizando el concepto. La dirección de arte es hermosa, los escenarios están construidos de manera impecable, y la paleta de colores, así como el diseño de toda la gama de criaturas humanas y bestiales es intachable; el guion es increíble, interesante, profundo, y ofrece una historia novedosa y atractiva. Y la música… ¡ahí es a donde quería llegar, a la música!

Igarashi logró incorporar al proyecto a Michiru Yamane, una de las compositoras japonesas más importantes dentro de la historia de los videojuegos, quien alcanzó la fama y el renombre internacional con el soundtrack de SOTN llamado Nocturne in Midnight, presentándolo en vivo con orquesta sinfónica en varios festivales alrededor del mundo. Sí, ya se imaginarán la delicia que es jugar Bloodstained: Ritual of the Night con la sacrosanta mano de Yamane encargada de la banda sonora. Hay que decirlo: tanto SOTN como Ritual of the Night, valen la pena sólo por la música.

En fin, más allá de reseñar el videojuego, lo que quería era hablarles del largo y sinuoso camino que tuvo Bloodstained: Ritual of the Night para ver la luz. ¿Por qué no reseñarlo? Creo que la mejor forma de acercarse a esta obra maestra es que ustedes la experimenten de primera mano.

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1.- Let Me Kiss You: esta canción es una de esas piezas que a más de uno les recordará cuando les dijeron que sólo los querían como amigo o amiga, o cuando les aplicaron “la cobra”, ya saben, ese movimiento digno del más ágil samurái que consiste en echar la cabeza para atrás cuando uno se acerca e intenta robar un beso. Se trata de un canto de humillación y desesperación que repite una y otra vez la siguiente petición: “Close your eyes and think of someone you physically admire, and let me kiss you”. La idea es que, sin importar que tan humillante sea, se pueda recibir un beso del ser deseado, sin embargo, la ilusión se rompe inmediatamente cuando la otra persona abre los ojos, y se encuentra con alguien que “aborrece” físicamente. Como último acto de rebajamiento, se le dice amargamente a esa otra persona que acaba de rechazarnos: “My heart is open to you”.

2.- Last Night I Dreamt That Somebody Loved Me: ¿no les ha pasado que encuentran al amor de su vida, que todo va perfecto, y que sienten que por fin han encontrado la felicidad al lado de esa persona, y que después despiertan estando igual de solos y solas que la noche anterior? Pues de eso va esta canción, que desde el comienzo hasta el final nos sumerge en una atmosfera densa e inquietante, con una interrogante clara y llena de desasosiego: “Tell me, how long before the right one?

3.- Well I Wonder: una de las canciones más dolorosas de los Smiths. Johnny Marr hace maravillas con una guitarra electroacústica, que no deja de acompañar la lastimera voz de Morrissey. Nos encontramos con unas líricas llenas de pesadumbre y resignación: alguien que sabe que se ha terminado todo aquello que tuvo con la otra persona, y cada que la ve pasar se pregunta si ésta, aunque sea en sueños, aún le recuerda. La voz de Morrissey no deja de ser un lamento continuo, acompañado por el efecto sonoro de una lluvia que cae de forma inclemente, y un suspiro que, como último acto de amor y piedad, se le pide a ese ser ya lejano: “Please, keep me in mind”.

4.- I Know It’s Over: The Queen Is Dead es una de las obras más reconocidas de la historia del rock, y canciones como I Know It’s Over demuestra el por qué. Sería inútil intentar seleccionar algún fragmento de la letra en cuestión, ya que se trata de todo un discurso sobre esa situación cuando, en la soledad y en la oscuridad de un cuarto por la noche, nos damos cuenta de que aquella relación que teníamos con alguien se ha acabado, y entonces, uno no saber para dónde ir, ni qué hacer. Generalmente en estos casos, son los amigos y las amigas las que “nos echan porras”, pero después de contestar el cuestionario de esta canción de los Smiths, poco o nada de ánimo queda: “If you’re so funny, if you’re so clever, if you’re so very entertaining, and if you’re so very good looking, why you sleep alone tonight?”.

5.- Half A Person: existen relaciones donde uno le da todo su tiempo, su vida y su amor a la otra persona, y él o ella no son capaces de regalarnos ni cinco segundos de su existencia. Esta canción es un reclamo a todas esas situaciones, aquellas en las que uno se desvive por la otra persona, mientras que para él o ella uno representa “la-amistad-con-la-que-me-la-paso-muy-bien-pero-es-que-yo-no-quiero-nada-serio-con-nadie-por-el-momento” y a las dos semanas le vemos paseando de la mano y subiendo fotos al Facebook con “su gordo” o “su chaparrita”. Half A Person es uno de los puntos más sólidos de la carrera de los Smiths, donde de nueva cuenta Johnny Marr deja muy claro con su guitarra el por qué Morrissey como solista nunca podrá ser tan bueno como lo era en conjunto con la banda británica. “Call me morbid, call me pale”.

6.- Speedway: hay canciones de Morrissey con las que siempre me queda la duda sobre si existe algún significado oculto, sin embargo, me iré en esta ocasión por el nivel de análisis interpretativo básico, y hablaré de esta canción, la cual nos narra una relación destructiva, donde el claro objetivo es arruinar la vida de esa otra persona; una relación llena de mentiras y traiciones, donde ya no queda nada por destruir, y sin embargo, se sigue intentando: “and when you try to break my spirit, it won’t work, because there’s nothing left to break, anymore”, y a pesar de todo, la canción termina diciendo: “I’ve always been true to you, in my own strange way, in my own sick way, I’ve always been true to you”.

7.- Suedhead: era un paso obligado en esta lista mencionar la que es, probablemente, la canción más conocida de Morrissey en su carrera como solista. Una canción que muchos conocen de manera errónea como I’m Sorry. Rupturas, mentiras, secretos, engaños y arrepentimiento son los elementos básicos de esta canción.

8.- There Is A Light That Never Goes Out: la canción de amor trágico por excelencia. Podría escribir cuartillas enteras sólo sobre esta canción…En ella, escuchamos la historia de un joven solitario que se ha quedado sin hogar – si es que alguna vez lo tuvo – que lo único que desea es “salir y ver luces y ver gente”. Se puede notar que depende emocionalmente de la persona a la que le dedica con desesperación la frase de “Take me out, tonight, take me anywhere, I don’t care, I don’t care, I don’t care”. Es una historia de amor trágico, porque si bien se pueden encontrar unas migajas de romance, la idea de la canción es morir en esa misma noche junto a esa persona: “Tonight by your side is such a heavenly way to die”. La canción da lugar a muchas interpretaciones, tal y como tuve la oportunidad de platicarlo con Irvine Welsh, autor de Trainspotting en una conferencia que tuvo lugar en la Ciudad de México ya hace unos años. Sea como sea, There Is A Light That Never Goes Out se ha convertido en un himno para muchas personas, particularmente para aquellos “ángeles rebeldes” (como diría Allen Ginsberg) que vagan solitarios por las noches, la mayoría de ellos, sin rumbo y con el corazón roto en la mano.

Y aunque ya haya pasado el 14 de febrero hace un par de días, siempre es un buen momento para darnos un agasajo con estas y algunas otras canciones de The Smiths y Morrissey; ¿o ustedes qué opinan?

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“Interstella 5555: música (y cine) ligada a tus recuerdos”

Todos los que nacimos a finales de los 80’s o principios de los 90’s recordaremos haber visto en MTV (sí, cuando MTV pasaba música) por ahí del año 2001, un video musical con un tema bastante pegajoso y visualmente muy atractivo. A pesar de que el dúo francés de música electrónica, Daft Punk, ya había tenido relativo éxito con temas como Around The World del disco Homework, fue con el tema de One More Time con el que se catapultaron a la fama mundial.

Sí, efectivamente, el video de One More Time es del que les estoy hablando – una vez más, todos los que nacieron en las fechas anteriormente mencionadas ya sabían de qué video les estaba hablando –. Ver aquel video con esos seres azules, que muy probablemente a todos nos parecían una versión más rock y psicodélica de Los Pitufos, fue una de las cosas que puso a bailar al mundo entero, y que aún hoy, en varios de los lugares de la vida nocturna de la Cuidad de México y de muchos otros lados, lo sigue haciendo.

Pasados unos meses se estrenó el segundo sencillo del álbum: Aerodynamic, y cuyo clip continuaba con la historia presentada en One More Time. Posteriormente vino Digital Love (hasta la fecha una de mis piezas favoritas) y después fue el turno de Harder, Better, Stronger, Faster. Para mi infortunio, y a la tierna edad de once años, con el último sencillo se estrenaba el último video musical, y la historia quedó truncada para más de uno, incluyéndome a mí…o al menos eso creía.

Hace un par de semanas descubrí que aquellos videos musicales de antaño formaban parte de una película: Interstella 5555. Y sí, como era de esperarse, el filme no es otra cosa sino la ambientación cinematográfica del Discovery, disco del que se desprenden todos los sencillos mencionados más arriba. Así que, después de todo, pude saber cuál fue el desenlace de la historia que muchos años atrás me había cautivado.

Interstella 5555 quizá no se trate de la “quinta joya de la corona” en lo relativo al séptimo arte, pero para todos aquellos que disfrutan de la música de Daft Punk, el filme resulta imprescindible, y para aquellos que no estén familiarizados con la música del dueto francés esta obra puede ser una excelente introducción, ya que, y lo digo a título personal, Discovery es el mejor disco de Daft Punk (superando por mucho al sobrevalorado Random Access Memories).

La película divierte y conmueve, además de que hará que en más de una ocasión nos den ganas de bailar. Con una animación que no deja duda de la impronta nipona que contiene, Interstella 5555 puede ser una buena oportunidad para escuchar (y observar) un documento que nos acerca al principio del presente milenio.

 ¿Cuántos de ustedes conocían este filme? Como siempre me despido esperando ver sus comentarios.

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La música es una parte importante para el llamado “séptimo arte”: ¿podrían ustedes imaginarse Star Wars o Tiburón sin sus características bandas sonoras? Definitivamente no. Por lo que decidí dejarles cinco recomendaciones de algunos de los soundtracks que más influyeron en mí, o que con el paso de los años se han convertido en mis favoritos. Luego entonces, y sin más que añadir, aquí les dejo cinco soundtracks que, incluso si no han visto los filmes a los que pertenecen, estoy seguro que les encantarán:

1.- Pulp Fiction de Quentin Tarantino: sí, lo sé, muchos de ustedes me criticaran por recurrir a este lugar común, pero no podía dejar de encabezar la presente lista con el soundtrack de la obra más conocida (y muy probablemente, la obra maestra) de Quentin Tarantino. Digo que se trata de un lugar común porque prácticamente en cualquier lista de este tipo el soundtrack de Tiempos violentos estará incluido. Desde la primera canción que incluye el famoso diálogo de: “I love you, Honey Bunny” acompañado de la obra ya clásica de Dick Dale and The Deltones, Misirlou, hasta esa última pieza con la que concluye la cinta, Surf Rider, en la que podemos ver a John Travolta y a Samuel L. Jackson en pantalones cortos y playeras deslavadas salir de un restaurante, pasando por la escena que ya se consagró como una de las más icónicas del cine norteamericano del siglo XX en la que Travolta y Uma Thurman bailan al ritmo de Chuck Berry, se trata de un soundtrack que ayudó a que esta cinta se volviera un filme de culto. Existen muchos otros momentos gloriosos que no serían iguales sin la música que los acompaña: Girl, You’ll Be a Woman Soon o Let’s Stay Together son sólo dos ejemplos más por mencionar. “La cereza del pastel” en este soundtrack es la inclusión del pasaje bíblico que Jules Winfield, personaje interpretado por Jackson, vocifera cada que va a asesinar a uno de sus objetivos: Ezekiel 25-17. Como mención honorífica, recomiendo también el soundtrack de Jackie Brown; recuerdo haberme enamorado perdidamente de Pam Grier gracias a esa última escena en close-up de su rostro, en la que canta con nostalgia Across 110th Street de Bobby Womack; simplemente, cautivante.

2.- A Clockwork Orange de Stanley Kubrick: sin duda alguna, mi película favorita, y en gran medida se debe al soundtrack. Todo el que haya visto una cinta de Stanley Kubrick sabe que el director sabía hacer muy bien su trabajo a la hora de elegir la música que acompañaría al filme – ¿cómo olvidar Midnight, The Stars And You de Al Bowly al final de The Shining o el “Vals. No. 2” de Shostakovich en Ojos bien cerrados? – y Naranja Mecánica no es la excepción. El soundtrack cuenta con la extraordinaria participación de Walter Carlos (que ya para ese entonces había hecho la transición al género femenino como Wendy Carlos), quien no deja de sumergirnos en una atmosfera inquietante con Beethoviana, entre otras composiciones. La música de Beethoven es la piedra angular de lo sonoro, y es sencillamente deliciosa la manera en que Kubrick trabaja al compositor alemán. Por otro lado, la pieza interpretada por Gene Kelly, Singin’ In The Rain es muestra clara de cómo es que, en las manos de dos genios de la talla de Malcolm McDowell y Stanley Kubrick, la obra más melosa puede tornarse nauseabunda. Cuando McDowell comienza a improvisar dicha pieza en la escena de violación, Kubrick supo que esa canción sería el non plus ultra para el soundtrack  de su película, tanto así que mandó inmediatamente a conseguir los derechos de la pieza. Posteriormente, el propio Gene Kelly conoció a McDowell en una fiesta, y al ver al actor que interpretó a Alexander DeLarge, se volteó sin saludarlo haciendo una mueca de asco y desprecio; símbolo de un trabajo bien hecho en la pantalla por McDowell, ¿no creen?

3.- South Park: Bigger, Longer & Uncut de Trey Parker y Matt Stone: desde que tenía once años y me escondía de mis papás para ver esta serie, no he dejado de ser un gran fan de South Park. Recuerdo que por esos años, mi hermano y yo nos las ingeniamos para poder rentar Bigger, Longer & Uncut, y la adquisición clandestina valió toda la adrenalina que tuvimos que pasar. Todas y cada una de las canciones son para destornillarse de la risa, y en términos musicales, Matt Stone y Trey Parker demostraron tener lo necesario, tanto así que incluso el tema de Blame Canada les valió la nominación al Óscar por “Mejor canción original”, entre otros premios que dicho soundtrack recibió. Todo lo políticamente incorrecto, obsceno y escatológico que ha sido South Park queda perfectamente reflejado en las canciones que conforman el soundtrack de este filme. Nunca he sido fan de las películas musicales, pero South Park: Bigger, Longer & Uncut es una de mis películas de cabecera y uno de los soundtracks que cada que tengo la oportunidad escucho de principio a fin.

4.- Le Fabuleux Destin d’Amèlie Poulain: sí, lo siento, otro lugar común en esta lista, pero es que no podía dejar de lado la que, considero, se trata de la obra maestra de Yann Tiersen. El compositor francés hizo gala de su talento al escribir una obra tan sólida como lo es la música de Amelie. En lo personal, me recuerda al trabajo de su compatriota Erik Satie: Pianos nostálgicos, apenas perceptibles, que con apenas haber tocado el oído del espectador, mueven los cimientos sentimentales más profundos. El soundtrack también incluye Guilty, otra vez de Al Bowlly, y Si tu n’ètais pas là de Marguerite Boulch, dos piezas que, fácilmente, nos transportan a Montmartre, mientras nos imaginamos fumando tabaco, tomando café y discutiendo la película más nueva de Godard o La Nausea de Sartré.

5.- The Pianist de Roman Polanski: recuerdo que la primera vez que vi El Pianista, más allá de la historia, las actuaciones, o cualquier otro aspecto de la película, lo que realmente me atrapó fue la música, y es que varias de las piezas que conforman este soundtrack son de la autoría de Chopin, uno de mis compositores favoritos. Escuchar cualquiera de sus “nocturnos” es una de mis cosas preferidas en la vida, y son varias de sus composiciones las que le dan vida y sentimiento a la presente cinta de Polanski. Recomiendo escuchar a todo volumen (literalmente a todo volumen, es decir, a lo más que dé el dispositivo donde la escuchen) la “Gran Polonesa” en la versión que incluye este soundtrack y con la que concluye el filme; les aseguro que no se arrepentirán.

Como es usual, me quedo corto con la lista, deseando poder hablar de muchísimos otros soundtracks. ¿Qué les parece si, en sus comentarios, continuamos esta conversación con algunas de sus bandas sonoras predilectas?

Se me antoja la siguiente frase de Nietzsche para concluir por esta semana: “La vida sin música, sería un error”. Probablemente el cine también lo sería.

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