Ormurin Langi

Cursando el tercer y último año de mi bachillerato, comencé a frecuentar a unos compañeros de clase que conocía desde primaria, pero con los que nunca había convivido. Por esos momentos de mi vida, tenía unos muy buenos amigos y a quienes siempre llevaré con mucho cariño en mis recuerdos, pero la verdad es que no teníamos tanto en común, por lo menos con la mayoría de ellos. Cuando comencé a salir con Daniel y con Nacho en ese último año de preparatoria, por primera vez sentí que estaba en el ambiente correcto: hablábamos de filosofía y de Lovecraft mientras tomábamos ron escuchando a Led Zeppelin y a The Doors. Por ese entonces, la mayoría de las reuniones las hacíamos en casa de Nach, y más allá de las fiestas, su cuarto se convirtió muy pronto es uno de mis lugares cotidianos. Desde la primera vez que entrabas a su habitación, se podía sentir una suerte de calidez y de confianza. Tenía un poster de Edguy en la puerta de su closet, libros, una serpiente, su gatita Freya, una bandera de Suecia y una espada, entre muchas otras cosas que aún recuerdo y que podría seguir enlistando.

Fue en esa época con esos nuevos amigos que conocí a la banda de Viking Metal, Tyr, y desde la primera vez que los escuché se convirtió en una de mis favoritas. Nacho me prestó los dos primeros discos de la banda proveniente de las Islas Feroe: How Far To Asgaard y Eric The Red. Era un tipo de música que, para ese entonces, yo nunca había escuchado. Lo que más me gustaba de Tyr era repasar todas las leyendas y pasajes mitológicos e históricos de las civilizaciones nórdicas que narraban sus canciones.

Cuando yo llegué a ese grupo de amigos, Tyr ya era una parte importante de los rituales propios del círculo: cantar a todo volumen Wild Rover y beber alcohol cada que se mencionara el título de la canción. Fueron incontables las tardes y noches que pasamos en casa de Nacho bebiendo, charlando y escuchando música hasta caernos de borrachos. Recuerdo bien que, para alguien como yo al que nunca le fue fácil hacer amigos, fue un gran momento de mi vida, porque de inmediato me incluyeron con gusto en ese grupo y me hicieron sentir como si yo fuera parte del mismo desde siempre.

Una tarde, saliendo de la preparatoria, fui con Nacho a su casa. Como dije antes, ya no sólo iba cada que había una reunión, sino que se volvió algo común que pasaramos, solo él y yo, horas platicando, hasta que me tenía que regresar a mi propia casa antes de que me cerraran el metro. Una de esas tardes, particularmente nublada – o por lo menos así la recuerdo – en vísperas del ocaso, Nacho me dijo que quería enseñarme algo. Nos sentamos en su computadora y abrimos YouTube, esa plataforma todavía independiente y rudimentaria que tenías que dejar cargar 10 minutos para poder ver un video completo. Nacho abrió el video de la canción Ormurin Langi de Tyr, y comenzó a narrarme toda una historia. Se trataba de una canción perteneciente al folclor medieval escandinavo, que contaba una guerra entre el rey de Noruega y el de Dinamarca. La letra, compuesta por varios versos y un coro, repasaba la historia de dicho conflicto y el cómo, con la construcción de un poderoso Drakkar en forma de serpiente (significado de Ormurin Langi) se había conquistado al pueblo enemigo. Yo estaba inmerso en lo que Nacho me decía, acompañado todo ello del poema que sonaba. Poco a poco la tarde se fue convirtiendo en noche, y sin darnos cuenta, quedamos en completa oscuridad en su cuarto, alumbrados sólo por la luz tenue de la pantalla de su computadora. El video eran unos niños de no más de 10 años representando la batalla entre esos dos reyes, todos ataviados con la indumentaria vikinga utilizada para la guerra. Mientras lo veíamos, Nacho me seguía contando sobre la mitología y la historia nórdica, y de cómo la música que escuchábamos estaba llena de nostalgia por recordar esos momentos gloriosos marcados por valores de guerra y honor.

Han pasado muchos años, y todavía sigo escuchando a Tyr, y todavía sigo recordando esas reuniones, pero, sobre todo, cuando comienza a sonar Ormurin Langi en mis audífonos, recuerdo esa tarde que fue sólo una de las muchas en que Nacho me enseñó un montón de cosas que hasta hoy en día no he olvidado.

Otros temas que te pueden interesar…

A Serbian Film: la película más pinche fuerte que he visto (hasta ahora)

A lo largo de los años en los que me he considerado “cinéfilo” (empecé a ver películas sin para a los quince años) he visto varios filmes que se han considerado, tanto por la crítica como por la audiencia, como algunos de los más extremos y violentos: Irreversible de Gaspar Noé; Martyrs de Pascal Laugier;…

¿Cuántas lunas?

¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir? ¿Cuántas de ellas me habrán bañado con sus rayos repletos de melancolía y tristeza? ¿Cuántas veces habré deseado desvanecerme en esos parajes nocturnos? ¿Cuántas lunas habrán sido testigos silenciosos de mi angustia y soledad? ¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir, deseando no ver ni una sola más?