Crecimos viendo esto: Ren y Stimpy

Recuerdo que hace unos años, uno de mis sobrinos me preguntaba por las animaciones que a mí me tocó ver a su edad, es decir, aproximadamente a los siete u ocho años; más allá del anime como Dragon Ball, Sailor Moon o Caballeros del Zodiaco, entre otras series que yo veía en esa época, vino a mi mente El show de Ren y Stimpy. Busqué en YouTube algún capítulo de dicha serie y le mostré el primero que apareció. No habían pasado ni cinco minutos cuando él me preguntó sorprendido si ese era el tipo de caricaturas que los niños de mi edad vimos en su momento, y no podía creer que algo así como lo que él estaba visualizando pudiera haber sido creado para un público infantil. Esto no fue ninguna revelación para mí, ya que, desde que yo veía el programa, la controversia había tocado de manera recurrente al show de Ren y Stimpy.

Como dije, yo tenía alrededor de siete años cuando mi mamá pasaba por mí y mi hermano a la primaria; llegábamos a comer, y mientras comíamos veíamos en televisión abierta a Ren y Stimpy. Más allá de que a mi madre ciertas escenas le causaran asco o incomodidad, recuerdo que ella se reía junto a mí y Fernando, y esta rutina que comento se prolongó durante bastante tiempo, no recuerdo cuánto, pero así pasaron los años. Posteriormente el show fue cancelado, y muchos años después, ya siendo adolescentes, mi hermano y yo nos dimos a la tarea de buscar la serie ahora en formato DVD. Menciono esto por dos cosas: más allá de la controversia que acompañó al programa, mi madre nos dejaba ver a Ren y Stimpy, tanto así que se convirtió en uno de los recuerdos más importantes de nuestra infancia al punto de buscarla más adelante.

Pero, ¿de qué va El show de Ren y Stimpy? La caricatura, creada en 1991 por John Kricfalusi nos presenta a Ren Höek, un chihuahua neurótico y por momentos perverso que vive acompañado de Stimpson J. Gato, un felino que a diferencia de Ren es dulce e ingenuo y su visión de la vida es bastante inocente y cándida. La serie no tenía ningún tipo de linealidad; lo que veíamos era a estos dos personajes en varias situaciones inverosímiles y disparatadas. Me sería imposible hablar de todos los eventos que acontecieron en la serie, lo que sí puedo hacer es traer aquí algunos de los episodios que desde aquella lejana infancia sigo manteniendo en mi mente: el episodio sobre el Hada de los Dientes, una versión “poco común” – por decir lo menos – del personaje de fantasía; cuando Ren se vuelve una gran estrella del cine de Hollywood; el episodio de Olorín (que no era otra cosa que una flatulencia de Stimpy, quien se convierte en su mejor amigo), o cuando Stimpy se vuelve el enfermero de Ren. Mención honorífica al episodio donde Ren se vuelve productor de un cortometraje animado titulado “Me gusta el rosa”, protagonizado por Explody. Hasta la fecha, río a carcajadas (¡se los juro!) cada que lo veo en YouTube. Considero a ese episodio y al cortometraje en cuestión una obra de arte de la comedia de lo absurdo. Son fragmentos como estos los que nos dejan valorar, hasta hoy en día, el hecho de que Ren y Stimpy nunca fue una caricatura para niños, sino un ejercicio de animación de finales del siglo XX que coqueteaba ya con temas y tonos surreales que definirían la animación para adultos todo lo que se haría posteriormente.

Además, encontramos a toda otra serie de personajes igual de perturbadores que el propio Ren y Stimpy, por ejemplo, el Señor Caballo, el Hombre Tostadas en Polvo, el Capitán Fangoso, Kowalski y Sammy Mantis Jr.

Ren y Stimpy también contenía una buena cantidad de sátira a la sociedad del espectáculo: desde aquella que iba dirigida a la industria cinematográfica, como a todo el marketing enfocado al posicionamiento de productos para niños. Sobre esto último, y si ustedes vieron la serie en su momento o posteriormente, recordarán los anuncios dentro de la transmisión del programa de “Tronco” y “Sebo” o la famosa «Arena Pulcrogato».

Le debemos mucho, muchísimo a Ren y Stimpy: gracias a esta serie muchos nos familiarizamos desde edades muy tempranas con el jazz, el blues y la música clásica, y por supuesto, lo más importante, Ren y Stimpy fue la serie que le abrió las puertas a toda una nueva generación de animación: nunca hubieran existido Los Simpson, Los Reyes de la Colina, South Park, La Vaca y el Pollito y Beavis and Butt-head sin Ren y Stimpy; no lo digo yo, lo dicen sus propios creadores, Matt Groening, Trey Parker y Matt Stone, David Feiss y Mike Judge.

Ren y Stimpy es y será, por su propio mérito y por la influencia que tuvo en toda la animación de lo siglos XX y XXI, una pieza fundamental de la historia de la animación.

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Los Reyes de la Colina es una serie demasiado infravalorada

Ya he escrito sobre otros trabajos de Mike Judge aquí en el blog, y ahora quiero hablar de otra serie animada que, junto con Beavis and Butt-head, es una de las mejores entregas del actor y productor norteamericano; me refiero a Los Reyes de la Colina, serie emitida por Fox desde al año de 1997 hasta el 2010. El programa de televisión recibió durante toda su vida varios reconocimientos, tanto del público como de la crítica, incluyendo menciones por parte de la revista Time y habiendo ganado dos Emmys. Entonces, ¿por qué menciono desde el título de esta entrada que considero que es una serie demasiado infravalorada? Bueno, pues porque, a diferencia de Los Simpson, South Park, o animaciones para adultos más recientes como Rick and Morty o BoJack Horseman, se habla poco de esta serie; de hecho, estoy casi seguro que para muchos de ustedes, esta será la primera ocasión de la que escuchan hablar sobre este show.

La serie se centra en los Reyes, una familia suburbana de clase media que reside en el estado de Texas, conformada por Héctor, Peggy, Beto y Lola, quienes están acompañados por toda una pléyade de personajes secundarios. Al igual que como lo mencionaba en el caso de Daria, la serie está tan bien escrita que llegamos a conocer aspectos de la vida de cada uno de los personajes. Todos ellos poseen un arco narrativo que vemos desarrollarse a través de las 13 temporadas, entendiendo sus miedos, fallos, aciertos, esperanzas e ilusiones.

Desde la icónica introducción, los Reyes de la Colina divierte y emociona.

El humor, al tratarse de un show de Mike Judge, es ácido e irreverente en muchos momentos, hablando en varias ocasiones de problemas como el racismo, la sexualidad humana, la infidelidad en las relaciones amorosas y la guerra; como toda buena comedia, Los Reyes de la Colina aborda estos temas sacándonos varias carcajadas y haciéndonos reflexionar al mismo tiempo, y aun así, por más descabelladas que puedan resultar las circunstancias, este programa siempre termina por darnos una lección profunda sobre las relaciones humanas. A diferencia de otras series de comedia como The Big Bang Theory, en la que parece que los escritores siempre le tuvieron miedo a incluir momentos sentimentales, Los Reyes de la Colina no deja de conmovernos en más de una ocasión y de manera recurrente, sin perder el toque cómico; creo que eso es lo que hace que una comedia alcance la grandeza (y es que hasta Rick and Morty tiene momentos especialmente enternecedores), porque, al igual que en BoJack Horseman, Malcolm In The Middle, o las primeras temporadas de Los Simpson, estamos ante personajes que, en última instancia, se enfrentan a la cotidianeidad desde el lado más humano. Claro, existen programas como Seinfeld que recurren poco al recurso sentimental, pero es que sabemos que, desde el comienzo, no es el objetivo de la sitcom mostrar ese lado humano, sino, como definiría Aristóteles a la comedia en su Poética, se restringe a mostrar el lado más absurdo o poco admirable de la condición humana, pero, en muchos otros lugares de la televisión del siglo XX y XXI, estos aspectos irán acompañados de situaciones que nos dejan pensando en el primer amor, las relaciones entre padres e hijos y la amistad. Héctor, por ejemplo, lidia en muchísimas ocasiones con tener que superar varios de sus prejuicios, propios de un adulto conservador de mediana edad, para poder amar y comprender a su esposa, a su hijo, a sus compañeros de trabajo y a sus amigos.

Podría continuar rescatando varios aspectos de este maravilloso programa, pero como siempre, considero que es mejor que ustedes le echen un ojo, y, probablemente, después de “anclarle el colmillo” a Los Reyes de la Colina, quizá terminen estando de acuerdo conmigo en que es un programa de televisión que deberíamos tener más presente hoy en día.

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