Miasma

El 23 de octubre del año en curso, Catalina entró a su baño y percibió un terrible olor, tan nauseabundo y asqueroso que en esos momentos comenzó a vomitar. La bilis que salía de sus intestinos volvió todavía peor la repugnante escena, sin embargo, pensó que se trataría de una anomalía ocasional. Hoy por la tarde la policía, el departamento de bomberos y los servicios forenses sacaron treinta cuerpos sin vida pertenecientes a todos los habitantes del conjunto habitacional. Nadie sobrevivió y nadie puede explicar qué fue lo que sucedió.

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5 películas incomprensibles que debes ver

Como buen amante del cine que me considero ser, me he topado más de una vez con ciertas películas que resultaron ser un bocado un poquito más difícil de digerir que otros, y sé que, para ti que eres amante del denominado “séptimo arte” también te pasó alguna vez. Por eso, hoy te quiero compartir…

El tango es macho

Dejen les cuento algo: los hombres cuando nos reunimos a beber hablamos de nuestros sentimientos, nos consolamos entre nosotros cuando las cosas se ven difíciles de sortear (lo que es casi siempre), lloramos y nos ofrecemos mutuamente el hombro para continuar llorando, escuchamos las penurias de los otros mientras las cajetillas de cigarro y las botellas de vino se van extinguiendo. Se hablan tantas cosas tan falsas e injustas de la masculinidad hoy en día, pero por lo menos para mí, durante toda mi vida, beber con los camaradas ha sido así.

Hace ya muchos años, Emilio, colega filósofo y una de las personas que más me enseñó sobre la vida, ofrecía su departamento cada viernes, después de las clases en la universidad, para ir a beber alcohol y platicar mientras se escuchaba música. En cuanto abríamos la primera botella de ron, acompañados por ese retrato de Hegel colgado en las paredes y que terminaba por observarnos durante toda nuestra estadía en ese viejo departamento en la colonia Balbuena, la música comenzaba a sonar y no paraba hasta la madrugada del siguiente día.

Una noche, los dos con el corazón destrozado a causa de las mujeres, Emilio puso un disco de tangos que tenía en su colección, y todas esas canciones que hablaban sobre la muerte y el desamor, sobre el duelo y la melancolía, inundaron nuestros oídos una tras otra. Repentinamente, Emilio se levantó de su asiento, caminó hacia mí y me estiró la mano invitándome a acompañarlo en esa pieza. Yo le dije que no sabía bailar tango, y entonces se ofreció a enseñarme. Tomé su mano, y profundamente borrachos como nos encontrábamos, comenzó a dirigirme dándome las instrucciones pertinentes de cómo moverme al compás de esas melodías arrabaleras. Sólo estábamos él y yo en esa pequeñísima estancia, y mientras los tangos sonaban, él y yo, abrazados, bailamos durante varios minutos. ¡Te acordás hermano, qué tiempos aquellos! Los muchachos de antes no usaban gomina, eran otros hombres, más hombres los nuestros.  ¿Dónde están los muchachos de entonces?

Al día que escribo estas líneas no he vuelto a bailar tango con nadie más, y esa noche todavía resuena en mi mente como uno de los recuerdos más preciosos que tengo, hombre con hombre, uno frente al otro, y cuando pienso en ese baile lo primero que viene a mi mente es un grito furioso que dice: ¡el tango es macho, el tango es fuerte, tiene olor a vida, tiene gusto a muerte!

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9 Discos de Punk en Español que Debes Escuchar

El punk ha sido uno de mis géneros musicales favoritos de toda la vida. Comencé escuchando a The Ramones y a los Sex Pistols cuando tenía catorce años, y desde entonces mi repertorio ha aumentado, desde bandas consagradas y mundialmente conocidas como The Misfits, Dead Kennedys o Bad Religion, hasta proyectos más underground e independientes…

Conociendo a Javier Corcobado

En la licenciatura en Filosofía, uno de los mejores amigos que tuve fue Rodolfo. Él era un gran fanático de un cantautor y escritor español llamado Javier Corcobado; alguna vez en mi adolescencia había escuchado ese nombre, pero nada más allá de eso. Fue Rodolfo quien me introdujo a la enigmática música de este nuevo…

Hikikomori

La gata de piel de fuego y ojos tiernos ya no vive más, ahora sólo quedan los tenues rayos del sol que apenas iluminan mi estancia, la cual se ha quedado sin muebles, ni esperanza.

Únicamente perdura el viejo tatami derruido, devorado por el paso del tiempo, ese tatami que antaño era motivo de orgullo para mis padres, quienes cuidaron y amaron esta casa tanto como amaron y cuidaron a sus hijos.

Ha llegado la hora de dormir eternamente. Dejaré que mi cadáver sea el alimento del polvo y las termitas. Pronto se marchitarán las frívolas azucenas que han sido testigos y culpables de mi desvanecer. Y espero que también se marchite el estúpido narciso que sobrevive en aquél decadente claustro y que, desde hace meses, me causa nausea e indigestión cada que pienso en él. Sí, todo ello morirá, pero yo no estaré ahí para verlo.

Ha llegado la triste hora de dormir para siempre.

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Crecimos viendo esto: Invasor Zim

“Una obra de arte de la animación que llegó en un mal momento a un mal lugar”, así describiría yo a Invasor Zim, serie creada por el controversial animador de cómics norteamericano Jhonen Vasquez que narraba las desventuras de un alienígena llamado Zim, cuyo objetivo era conquistar el planeta Tierra, pero quien era lo suficientemente…

Miasma

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El tango es macho

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Le regalé unos libros

Me quedaba poco dinero en mis bolsillos, y con lo poco que tenía, decidí regalarle unos libros. Al entregárselos, me sonrío a medias con una mueca fría e hipócrita. Un año después volví a su departamento, y pude ver, en un rincón empolvado, los libros que le regalé todavía sin abrir, y ahí fue cuando supe la verdad: siempre le importé una mierda.  

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Hereditary: ¿la obra maestra definitiva del cine de terror?

Cuando se piensa en la “obra maestra del cine de terror” la mayoría del público contestará que ese lugar le corresponde a El Exorcista, dirigida por William Friedkin y basada en la novela escrita por William Peter Blatty, sin embargo, hace unos años surgió una pieza que alcanzó la grandeza en términos de guion, actuación,…

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Una cerveza y un mezcal

Llegué a la misma cantina de siempre y pedí la promoción usual: una cerveza y un mezcal.

Mientras esperaba, un joven mesero no dejaba de verme, como si estuviera intentando encontrar algo en mi persona. Yo, con los ojos clavados en mi sucia mesa continúe esperando. De pronto, llegó el mesero de mirada intrigante y me extendió mi pedido. Al dármelo, me observó de nueva cuenta, y mientras ponía mis bebidas a mi servicio, me sonrió de manera peculiar y preguntó: “usted siempre ha venido por acá, ¿verdad? ¿No era usted quien solía estar con una muchacha muy guapa, joven, muy muy bonita? Sí es usted, ¿verdad?”

Y así, sin saberlo, ese impertinente mozo abrió una profunda herida que, según yo, había cerrado hace mucho tiempo.

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The inside room: un disco que te rompe el alma

Era diciembre del año 2011, y buscando recomendaciones discográficas en la red, llegó a mis manos The inside room de la banda 40 Watt Sun, y desde la primera vez que lo escuché, se clavó profundo en mi alma. La banda británica, perteneciente al subgénero del Doom Metal, había lanzado ese mismo año una pieza…

Una cerveza y un mezcal

Llegué a la misma cantina de siempre y pedí la promoción usual: una cerveza y un mezcal. Mientras esperaba, un joven mesero no dejaba de verme, como si estuviera intentando encontrar algo en mi persona. Yo, con los ojos clavados en mi sucia mesa continúe esperando. De pronto, llegó el mesero de mirada intrigante y…

Te imaginé…

Imaginé que, en una tarde de verano, mientras veía la televisión y fumaba un cigarro, alguien tocaba a mi puerta, mientras oía la lluvia caer.  

Imaginé cómo se formaba un rostro de incertidumbre y angustia en mi ser, e imaginé levantarme con zozobra y caminar para abrir.

Imaginé ver tu rostro del otro lado del corredor, dibujándome esa sonrisa juvenil que significó todo para mí.

Imaginé que, en tu mano izquierda, cargabas una maleta llena con tus cosas, llena de ropas y cremas. Imaginé que los dos sabíamos, sin palabras, lo que estaba por acontecer.

Imaginé que entrabas, me besabas, y volvía a escuchar mi nombre atravesado por tu ser.

Imaginé que esa noche te pondrías tu pijama, la misma estrellada de siempre; imaginé nuestras manos en concierto, quitándola, para observar toda tu piel. Imaginé tu calor, y nuestros cuerpos desnudos amándose violentamente.

Imaginé estar fundidos en un abrazo, mientras nuestros sudores nos empapaban mutuamente.

Imaginé besarte y verte dormir, contemplarte, mientras la madrugada no dejaba de correr.

Sí, sólo te imaginé.  

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El mejor disco de toda la historia: Bat Out Of Hell

Verano del 2005: mi hermano y yo estábamos de vacaciones y en uno de esos días de descanso veíamos VH1; como parte de la programación, salió una película biográfica sobre el que se aseguraba, era uno de los artistas de rock más grandes de todos los tiempos: Meat Loaf. Nos quedamos viendo todo el documental…

Te imaginé…

Imaginé que, en una tarde de verano, mientras veía la televisión y fumaba un cigarro, alguien tocaba a mi puerta, mientras oía la lluvia caer.   Imaginé cómo se formaba un rostro de incertidumbre y angustia en mi ser, e imaginé levantarme con zozobra y caminar para abrir. Imaginé ver tu rostro del otro lado…

Me amarás…

Me amarás… Me amarás desde siempre y para siempre, desde la noche en que nuestros labios se juntaron en un beso que sabía a clandestinidad. Me amarás con cada mensaje y con cada fotografía, con cada sonrisa y con cada lágrima extraviada en lo fugaz. Me amarás en ese motel de mala muerte, en el…

Me amarás…

Me amarás…

Me amarás desde siempre y para siempre, desde la noche en que nuestros labios se juntaron en un beso que sabía a clandestinidad.

Me amarás con cada mensaje y con cada fotografía, con cada sonrisa y con cada lágrima extraviada en lo fugaz.

Me amarás en ese motel de mala muerte, en el que mientras dos perros callejeros no dejaban de ladrar, te atreviste a decir, por primera vez, “te amo”, mientras tus ojos se sonrojaban y comenzaste a sollozar.

Me amarás bailando con los hijos que imploraron existir, y leyendo las páginas de un libro que nunca se escribió.

Me amarás con cada célula de tu nívea humanidad, y con cada promesa de amor eterno que nos juraste frente a la luna.

Y me odiarás…

Me odiarás negando mi existencia, negando cada cigarrillo, cada canción y cada cerveza.

Me odiarás aniquilando todo vestigio de la vida que construimos y que no volverá.

Me odiarás fustigándome con tu silencio e indiferencia, con esa tan tuya terrible frialdad.

Me odiarás regalándole tus sonrisas y coqueteo al primer hijo de puta que se cruzó en tu andar.

Sí, me amarás y me odiarás.

Me amarás y me odiarás.

Me odiarás.

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The Midnight Gospel: una cura contra el dolor

Han pasado ya algunos años desde que, por motivos de la expansión del COVID-19 a nivel mundial y de forma acelerada, tuvimos que resguardarnos en nuestros hogares. Fue en ese entonces, y debido a dicha situación, que muchos de nosotros encontramos una buena manera de pasar el tiempo descubriendo series y películas en diversos medios…

¿Cuántas lunas?

¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir? ¿Cuántas de ellas me habrán bañado con sus rayos repletos de melancolía y tristeza? ¿Cuántas veces habré deseado desvanecerme en esos parajes nocturnos? ¿Cuántas lunas habrán sido testigos silenciosos de mi angustia y soledad? ¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir, deseando no ver ni una sola más?

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In My Restless dreams…

Yo comencé en el mundo de los videojuegos desde muy niño, como ya había mencionado en muchas otras entradas; y desde siempre me ha gustado todo lo relativo al mundo del terror, como también he mencionado en entradas anteriores; en consecuencia, los videojuegos de terror siempre fueron algo por lo que sentí una especial atracción.…

Si algo me pasa, los quiero…

Pocas veces me encuentro con algo tan desgarrador como el cortometraje del que les vengo a hablar el día de hoy. Si algo me pasa, los quiero es un filme escrito y dirigido por Will McCormack y Michael Govier ganador del Oscar a “Mejor cortometraje de animación” en el año 2021, y cuando uno lo…

Tokio 1980

Era el último día de mi residencia en Tokio. Después de dos años de estudiar en Japón, debía de regresar a la Ciudad de México en unas horas más. Ella y yo estábamos en medio de Shibuya, y el atardecer nipón era poco a poco desplazado por la noche. Los colores púrpuras y carmesí en el cielo se combinaban con los azules oscuros que estaban a punto de consumirlo todo. Algunas estrellas y la luna ya podían visualizarse en esos momentos.

Su nombre era Akane Matsumoto, y para ese entonces teníamos siete de meses de haber empezado a salir. Aunque parecía que el tiempo de estar juntos era poco, nuestra relación era seria debido a la intensidad con la que ella y yo la habíamos vivido. En nuestros ojos se podía ver, detrás del brillo despertado por el romance y esa intensidad antes mencionada, la tristeza y la nostalgia al saber que sólo nos quedaban unos cuantos minutos más antes de que nos tuviéramos que despedir. Intentábamos no pensar en eso. En medio de esa ruidosa multitud, parecía como si sólo existiésemos nosotros.

Teníamos el estómago lleno ya que acabábamos de comer, por lo que decidimos ir a un bar. Caminamos sin rumbo por un rato, y ya bien entrada la noche entramos a una especie de cafetería que tenía puesta la música a muy alto volumen, y sin saber bien el por qué, ese fue el detalle que hizo que nos decidiéramos por ese lugar. Adentro se encontraba un señor como de unos sesenta años que no dejaba de fumar y de beber cerveza, y en otra mesa estaban dos mujeres como de veintitantos años que no cesaban de reír, y comentaban algo sobre un examen que debían de presentar la siguiente semana. Akane y yo pedimos un par de cervezas que llegaron casi de inmediato. En cuanto arribaron los tragos, a los dos nos invadió un profundo sentimiento de pena; pude ver cómo se sonrojaron sus ojos, y cuando ella observó que la estaba viendo a punto de estallar en llanto cambió con velocidad su estampa y me sonrió; me sonrió con esa sonrisa que había cambiado mi vida en estos últimos siete meses. De nueva cuenta, pretendimos que ninguno de los dos sabía que estábamos viviendo nuestros últimos momentos juntos. Con su mano derecha, tomó por detrás de su oreja un pedazo de su cabello y empezó a juguetear con él, haciendo y deshaciendo remolinos. Yo amaba todo de ella, desde su piel color nieve, hasta la última punta de ese cabello negro, largo, lacio, y que no importaba cuándo lo oliera, siempre tenía ese gusto a sakura del cual no me podía cansar.

De pronto, comenzó a sonar Stay With Me de Miki Matsubara; por esos días no era raro escuchar esa canción en todas las estaciones de radio y tiendas de discos en Tokio. Casi de inmediato, Akane tomó mi mano emocionada y me arrastró para que bailáramos juntos: Stay with me, mayonaka no doa o tataki, kaeranaide to naita, ano kisetsu ga ima me no mae. A pesar de que estábamos frente a frente, en la oscuridad de ese establecimiento alumbrado sólo por un par de luces neón y una bola “disco” de tipo occidental, lo único que podía notar con claridad eran sus ojos de cielo y sus dientes perfectos, también color nieve. Ella bailaba de manera extraordinaria, como si le hubiese dedicado su vida a la danza, mientras que yo sólo podía intentar torpemente seguirla en sus pasos, cosa que a ella le daba muchísima risa. Llegado cierto momento, volteé y pude notar cómo las dos estudiantes y el anciano nos veían, y las tres figuras sonreían; las colegialas nos contemplaban como anhelando eso que veían en nosotros para ellas, y la sonrisa del anciano estaba atravesada por una melancolía, quizá al recordar un amor como el nuestro en su propia vida: Stay with me, kuchiguse wo ii nagara, futari no toki wo daite, mada wasurezu, daiji ni shite ita. Mi japonés no era tan fluido todavía, y su español, que le había estado enseñando en esos siete meses tampoco era muy claro, pero no hacía falta que dijéramos mucho, podíamos pasar horas sólo viendo los ojos del otro, y esa era toda la comunicación que necesitábamos.

El tiempo pasó como agua, y al mirar nuestros relojes, nos dimos cuenta que era casi medianoche y que había llegado el momento de decir adiós. Acordamos que me acompañaría al hotel que reservé para poder ir en la mañana al aeropuerto, así que nos dirigimos hacia Kabukichō. Llegamos, y el distrito, como siempre, estaba lleno de vida nocturna: la gente no dejaba de pasar en oleadas que se asemejaban a las representadas por Hokusai, y a lo lejos, otra vez, se podía escuchar Stay With Me. De la nada comenzó una lluvia torrencial, y fue como si no nos importara, porque nos quedamos viéndonos mientras el aguacero empapaba hasta el último milímetro de nuestros cuerpos. Su cabello comenzó a aparecerme como una cascada oculta en algún bosque del lejano país, y a pesar de que no era muy bien visto, finalmente, ahí, en medio de la calle rodeada por izakayas y máquinas pachinko nos abrazamos y nos besamos con una pasión y una tristeza bien mezcladas. Nunca pude saber si las gotas que llenaban nuestros rostros se debían a la lluvia o a las lágrimas que ya no pudieron esperar más para salir: soko ni anata wo kanjite ita no.

Nos separamos, y cada quien tomó su rumbo. Lo último que pude sentir fue la yema de uno de sus dedos. Ninguno de los dos volteó, sabíamos que hacerlo sólo acrecentaría el enorme dolor que ambos experimentábamos. Nunca se lo mencioné, pero si ella hubiese dicho un “quédate” o algo parecido, hubiera dejado todo por permanecer a su lado.

Quedamos que regresaría en doce meses para poder pasar el resto de nuestras vidas juntos. Nunca la volví a ver. Han pasado 40 años, y esa herida en mi corazón sigue abierta: kaeranaide to naita

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Metalocalypse: una serie BRUTAL

Adult Swim nos ha regalado varias joyas de la animación para adultos con el paso de los años; quizá la más famosa en la actualidad sea Rick and Morty, pero esto no significa de lejos que sea la única. Hoy les vengo a hablar de Metalocalypse, animación producida por Adult Swim y emitida por primera…

Nassau

Estábamos mi hermano y yo afuera de alguna plaza comercial de Acapulco esperando a que salieran nuestros padres. Ya era de noche, y la brisa tropical del puerto hacía que el ambiente nocturno fuese lo suficientemente agradable como para haber decidido no entrar a comprar los suministros para hacer la cena y, en su lugar,…

Ormurin Langi

Cursando el tercer y último año de mi bachillerato, comencé a frecuentar a unos compañeros de clase que conocía desde primaria, pero con los que nunca había convivido. Por esos momentos de mi vida, tenía unos muy buenos amigos y a quienes siempre llevaré con mucho cariño en mis recuerdos, pero la verdad es que…

Mis amados muertos

Caminé por el Panteón Español; eran aproximadamente las 11 de la mañana. El sol matutino pegaba de una manera agradable, y la brisa del viento estaba acompañada de un sentimiento de tranquilidad y nostalgia. Se escuchaban los sonidos de la naturaleza que bordeaban las tumbas y los monumentos funerarios de todo ese espacio; casi parecía que no me encontraba en la Ciudad de México, una de las más tumultuosas y estridentes del mundo. Ahí, en esa caminata, había dejado de ser presa del ruido y el movimiento de la urbe, para centrarme de manera relajada y pacífica en mis propios pensamientos. Caminando entre las lápidas y estelas, llegó a mí un sentimiento de plenitud, y envidié a todas esas almas y cuerpos que descansaban sin tenerse que preocupar de ninguno de los asuntos de la mortalidad. Leía con cuidado cada uno de los nombres y apellidos de todos esos seres, otrora humanos. ¿A dónde se han ido? ¿Dónde se encuentran? ¿Cuántas historias tendrían para contarme todos ellos? Y entonces comprendí algo: quería estar allí, donde sea que estuviesen, y reposar a su lado. ¡Cuánto me gustaría poder escuchar eternamente esos sonidos de la naturaleza y repetir una y otra vez esa caminata! ¡Cuánto me gustaría poder postrarme en esa hierba descuidada y observar ese cielo azul sin nada más que turbara mi alma!

Quisiera que todos mis seres queridos celebraran mi muerte, y no tanto mi vida, entendiendo que mi más grande deseo ahora pasa por querer descansar con los muertos, deleitándome de manera incansable con aquellos verdes árboles. Me gustaría que el día de mi muerte, sin importar cuándo y cómo llegue, familia y amigos emprendieran una gran fiesta llena de vino, música y comida, porque sabrían que se habría cumplido mi más grande anhelo.

Han sido años de enseñar a oleadas de estudiantes sobre arte gótico, y sólo en esos momentos de mi recorrido en el camposanto comprendí que más allá del análisis de los arbotantes, rosetones, arcos y bóvedas, quería descansar para siempre en una de esas edificaciones. Sólo en ellas la contemplación estética se vería consumada.

Ay, mis amados muertos, qué suerte tienen ustedes, qué felices se han de encontrar de vivir eternamente con ese sentimiento de alegría y virtud, viendo al mundo pasar con sus desgracias, mientras ustedes duermen placenteramente en ese lugar donde ya nada les representa amargura o preocupación. Tarde o temprano, todos abordaremos el navío de Caronte, y mientras que para algunos eso es motivo de angustia, para mí, estando ese día con ustedes, eso se me anunció como una promesa.

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Jealous Guy

Tenía quince años, y hacía poco que acababa de comenzar mi primera relación de noviazgo. Ella era una conocida por parte de la familia de mi cuñada, y siendo que éramos tan jóvenes, sólo nos veíamos en reuniones familiares en las que coincidíamos. Ya saben, le estoy hablando de uno de esos “primeros amores”, como…

Anna (Go to Him)

Era verano. Yo tenía quince años, y mis papás habían estado bebiendo en alguna cantina del, en ese entonces, Distrito Federal. Al siguiente día de la juerga, llegó mi mamá con un disco en las manos, y me dijo que se había acordado de mí; en la cantina donde se la habían pasado, un señor…