Verónica: una muestra interesante de cine de terror español

Semana Santa para mí siempre ha significado un tiempo de descanso y reflexión, pero también, y no recuerdo muy bien cuándo ni cómo, es una semana en la que me dedico a ver mucho cine de terror. Dicho esto, hoy quiero venir a recomendarles una cinta para que, si gustan pasar una noche inquieta, sintonicen en estos días.

Hace ya algunos años, varios de nosotros fuimos sorprendidos por la calidad y los buenos sustos que nos dio la cinta española REC, al punto en que ésta se considera, hoy por hoy, un film de culto. Para muchos, la cinta dirigida por Paco Plaza y Jaume Balagueró apareció como la prueba de que el cine de terror en español podía equipararse en calidad al de la industria anglófona; con esto no quiero decir que no se hayan hechos cosas de calidad en el género antes de REC – sólo haría falta mencionar el cine de Alex de la Iglesia como muestra – pero es que REC fue un éxito a nivel internacional alabado tanto por el público como por la crítica. A partir de ahí, muchas cintas españolas de terror fueron reivindicadas y otras tantas comenzaron a producirse, convirtiendo al cine español en un referente del género.

Verónica, estrenada en el año 2017 y dirigida de nueva cuenta por Paco Plaza, es una película inspirada en el terrorífico Caso Vallecas, supuestamente, el único expediente policiaco en el que se testimonió la participación de fuerzas sobrenaturales.

Verónica, nuestra protagonista, juega a la tabla Oujia en el marco de un eclipse solar, intentando contactar a través del artefacto a su padre, quien hacía poco había fallecido. Durante el ritual las cosas se salen de control, y a partir de allí comenzarán toda una serie de sucesos que no le darán paz a Verónica ni a sus hermanas: desde aquellos clichés propios de una cinta de terror (las luces que se prenden y se apagan; las puertas que se abren y se cierran) hasta acontecimientos que, como espectadores, nos helarán hasta el último centímetro cúbico de sangre. Verónica es una película que nos estremece de principio a fin, guardando varios de los elementos clásicos del género, pero innovando en muchos otros. La cinta brilla por todos lados: las actuaciones – incluyendo la de la consagradísima Ana Torrent y el impresionante debut de Sandra Escacena – la dirección, la fotografía y el guion, todo está en su lugar para lograr hacer que no podamos evitar sentir que hay alguien a nuestras espaldas, durante y después de ver la cinta. En lo personal, la considero una gran obra para los amantes del cine del terror y la cual, les invito a poner esta noche, siempre con la advertencia de que, probablemente, no puedan conciliar el sueño con tranquilidad; de cualquier manera, estamos de vacaciones, así que no hay pretexto.

Otros temas que te pueden interesar…

5 películas incomprensibles que debes ver

Como buen amante del cine que me considero ser, me he topado más de una vez con ciertas películas que resultaron ser un bocado un poquito más difícil de digerir que otros, y sé que, para ti que eres amante del denominado “séptimo arte” también te pasó alguna vez. Por eso, hoy te quiero compartir…

¿Cuántas lunas?

¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir? ¿Cuántas de ellas me habrán bañado con sus rayos repletos de melancolía y tristeza? ¿Cuántas veces habré deseado desvanecerme en esos parajes nocturnos? ¿Cuántas lunas habrán sido testigos silenciosos de mi angustia y soledad? ¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir, deseando no ver ni una sola más?

Otros temas que te pueden interesar…

9 Discos de Punk en Español que Debes Escuchar

El punk ha sido uno de mis géneros musicales favoritos de toda la vida. Comencé escuchando a The Ramones y a los Sex Pistols cuando tenía catorce años, y desde entonces mi repertorio ha aumentado, desde bandas consagradas y mundialmente conocidas como The Misfits, Dead Kennedys o Bad Religion, hasta proyectos más underground e independientes…

Conociendo a Javier Corcobado

En la licenciatura en Filosofía, uno de los mejores amigos que tuve fue Rodolfo. Él era un gran fanático de un cantautor y escritor español llamado Javier Corcobado; alguna vez en mi adolescencia había escuchado ese nombre, pero nada más allá de eso. Fue Rodolfo quien me introdujo a la enigmática música de este nuevo…

In My Restless dreams…

Yo comencé en el mundo de los videojuegos desde muy niño, como ya había mencionado en muchas otras entradas; y desde siempre me ha gustado todo lo relativo al mundo del terror, como también he mencionado en entradas anteriores; en consecuencia, los videojuegos de terror siempre fueron algo por lo que sentí una especial atracción. Fueron muchos los títulos con los que, más o menos desde que tenía once años empecé a incursionar en el género: Resident Evil, Clocktower, Parasite Eve, Alone In The Dark y así podría seguir la lista; sin embargo, el juego que llegó a cambiar toda mi experiencia con el Survival Horror y que hasta hoy en día tiene un lugar especial en mi historia de vida, sin lugar a dudas fue Silent Hill

Pues sí, tenía mi Playstation, primera consola de videojuegos desarrollada por Sony, la cual nos trajeron los Reyes Magos a mí y a mi hermano por ahí del año de 1995. El día que cumplí once años, mis papás me llevaron a que eligiera un juego por mi cumpleaños, y recuerdo haber visto esa enigmática portada en tonos grises y decidirme por ese título; recuerden que el internet no era lo que hoy en día: no había smartphones, ni WI-FI, ni YouTube, por lo que comprar un videojuego en ese entonces tenía más que ver con un asunto de intuición o algo que se platicaba con los compañeros de escuela en el recreo. Recuerdo muy bien que después de comprar el juego, fuimos los cuatro a cenar a un restaurante muy famoso por esa época aquí en la Ciudad de México que se llamaba “California”, y luego llegamos a casa; en el canal 5 de la televisión mexicana, pasaban “Pequeños gigantes”, esa película sobre futbol americano que seguramente toda mi generación ubica. Y ese fue mi cumpleaños número once.

Unas cuantas semanas después, llegaron las vacaciones de verano (mi cumpleaños es el primero de mayo) y la dinámica en la familia cambió, ya que mis padres trabajan en varios pendientes por la mañana y mi hermano salía más tarde del colegio, por lo que pasaban a recogerme y me quedaba solo en casa como hasta las cinco o seis de la tarde. En esos días, y dado que ya me encontraba de vacaciones y con bastante tiempo libre de sobra, fue que decidí comenzar a jugar Silent Hill. La obra audiovisual me atrapó: rudimentaria para nuestros días, probablemente, pero en ese momento yo nunca había visto una animación como la que prologaba a Silent Hill, todo acompañado por la música sofocante e inquietante compuesta por Akira Yamaoka; aquella mandolina siniestra erizaba los vellos de la piel desde los primeros compases. Después de aquella macabra introducción, que dejaba con más preguntas que respuestas, la aventuraba comenzaba, tomando el papel de Harry Mason, un escritor de 32 años quien es padre de la tierna Cheryl, niña que por razones que no quedan muy claras, le pide a su progenitor que vayan de vacaciones a un extraño lugar llamado Silent Hill. En el camino a ese pueblo, Harry y Cheryl se ven involucrados en un accidente de carretera; Harry se desmaya, y al despertar, cae en cuenta que Cheryl ha desaparecido, por lo que comienza rápidamente la empresa de recorrer todo el pueblo hasta encontrarle, pero la tarea no es tan sencilla, ya que todo el lugar se encuentra abrazado por una enorme capa de ceniza que dificulta la visibilidad del propio andar de Harry. Después de un rato de caminar, Harry entra en un oscuro callejón que se va haciendo cada vez más tenebroso conforme camina, y unas sirenas comienzan a sonar sin detenerse, al tiempo que nuestro protagonista encuentra una silla de ruedas abandonada, y, finalmente, un cuerpo desollado colgado de una reja en una posición similar a la crucifixión. De la nada, unos extraños seres comienzan a atacar a Harry, y repentinamente perdemos el conocimiento. Así comienza Silent Hill.

Ese sería mi primer acercamiento con la obra maestra de Konami, y recuerdo que en esas tardes lluviosas de julio en las que yo me encontraba solo en casa, el videojuego se convirtió en casi un tabú para mí: un objeto de adoración que venía acompañado de peligro y maldición, y es que no podía dejar de jugarlo, pero todo a mi alrededor comenzó a sentirse ominoso. Por momentos tenía que detenerme, ya que el miedo se apoderaba de todo mi ser, haciendo que cualquier rechinar de una puerta o el sonido del viento en alguna ventana fueran interpretados por mí como señales inequívocas de un espectro o demonio. Aun así, como les digo, no podía alejarme del videojuego. ¡Ni hablar de jugarlo por las noches o que mis papás se enteraran que yo estaba consumiendo ese tipo de contenidos! Por lo que debía hacerlo siempre a solas y de manera clandestina. Fueron muchos meses de diversión [sic] los que Silent Hill me proporcionó, porque, además, dependiendo de las decisiones tomadas por el jugador, se podían obtener varios finales distintos y encontrar armas y objetos secretos, por lo que la rejugabilidad del título era enorme.

La franquicia de Silent Hill siguió creciendo con el paso de los años, hasta llegar al punto donde hoy en día, más de veinte años después, los fanáticos seguimos en espera de un nuevo título, pero la empresa japonesa de videojuegos sigue sin dar ninguna señal clara que nos haga pensar que llegara un nuevo episodio de la saga.

Hasta hoy en día, todavía hay tardes oscuras y lluviosas que me recuerdan cómo era jugar Silent Hill en esos días de niñez, y hasta hoy en día, todavía tengo varios títulos de Silent Hill sin poder terminar, ya que, al igual que cuando tenía once años, la sugestión derivada de apagar todas las luces, cerrar las puertas y ventanas, y sentarse frente a la pantalla del televisor a jugar cualquiera de los títulos de la franquicia, se torna en una experiencia aterradora que me pone los nervios de punta, y muchas veces, ahora con 35 años, sigo sin estar dispuesto a pasar varias noches sin poder dormir.

Y sí, para los fanáticos de la serie que han llegado hasta aquí, sé que la frase de la entrada pertenece a la segunda entrega, pero es que cada que pienso en Silent Hill, esa sentencia es lo primero que llega a mi cabeza.

Otros temas que te pueden interesar…

Crecimos viendo esto: Invasor Zim

“Una obra de arte de la animación que llegó en un mal momento a un mal lugar”, así describiría yo a Invasor Zim, serie creada por el controversial animador de cómics norteamericano Jhonen Vasquez que narraba las desventuras de un alienígena llamado Zim, cuyo objetivo era conquistar el planeta Tierra, pero quien era lo suficientemente…

Miasma

El 23 de octubre del año en curso, Catalina entró a su baño y percibió un terrible olor, tan nauseabundo y asqueroso que en esos momentos comenzó a vomitar. La bilis que salía de sus intestinos volvió todavía peor la repugnante escena, sin embargo, pensó que se trataría de una anomalía ocasional. Hoy por la…

El tango es macho

Dejen les cuento algo: los hombres cuando nos reunimos a beber hablamos de nuestros sentimientos, nos consolamos entre nosotros cuando las cosas se ven difíciles de sortear (lo que es casi siempre), lloramos y nos ofrecemos mutuamente el hombro para continuar llorando, escuchamos las penurias de los otros mientras las cajetillas de cigarro y las…

Si algo me pasa, los quiero…

Pocas veces me encuentro con algo tan desgarrador como el cortometraje del que les vengo a hablar el día de hoy. Si algo me pasa, los quiero es un filme escrito y dirigido por Will McCormack y Michael Govier ganador del Oscar a “Mejor cortometraje de animación” en el año 2021, y cuando uno lo ve, tanto por su contenido como por su forma, se entiende el por qué es que fue galardonado. Pocos documentos ayudan tanto a pensar y trabajar el duelo como este: en alguna otra entrada ya he hablado del libro de Rodrigo Morlesin titulado Elvis nunca se equivoca, y en esa ocasión yo relataba lo mucho que esa historia me ayudó a superar la muerte de mi hermano, pues bueno, Si algo me pasa, los quiero es una obra del mismo talante. No quiero decir nada más allá de lo mencionado, ya que por su corta duración es mejor que ustedes mismos vayan y se den la oportunidad de vivirlo. Es un documento visual que nos habla de la pérdida irreparable de un ser querido y de la violencia en la sociedad actual, pero también es una obra que nos habla de la esperanza y del cómo mantener vivos a esos seres que amamos y que iluminaron nuestra vida en algún momento. Vale, hasta acá, que se me hace el nudo la garganta sólo de escribir estas palabras y recordar la cinta, ustedes véanla y coméntenme qué les pareció. Si algo me pasa, los quiero se encuentra disponible en Netflix.

Otros temas que te pueden interesar…

Hikikomori

La gata de piel de fuego y ojos tiernos ya no vive más, ahora sólo quedan los tenues rayos del sol que apenas iluminan mi estancia, la cual se ha quedado sin muebles, ni esperanza. Únicamente perdura el viejo tatami derruido, devorado por el paso del tiempo, ese tatami que antaño era motivo de orgullo…

Hereditary: ¿la obra maestra definitiva del cine de terror?

Cuando se piensa en la “obra maestra del cine de terror” la mayoría del público contestará que ese lugar le corresponde a El Exorcista, dirigida por William Friedkin y basada en la novela escrita por William Peter Blatty, sin embargo, hace unos años surgió una pieza que alcanzó la grandeza en términos de guion, actuación,…

Le regalé unos libros

Me quedaba poco dinero en mis bolsillos, y con lo poco que tenía, decidí regalarle unos libros. Al entregárselos, me sonrío a medias con una mueca fría e hipócrita. Un año después volví a su departamento, y pude ver, en un rincón empolvado, los libros que le regalé todavía sin abrir, y ahí fue cuando…

Metalocalypse: una serie BRUTAL

Adult Swim nos ha regalado varias joyas de la animación para adultos con el paso de los años; quizá la más famosa en la actualidad sea Rick and Morty, pero esto no significa de lejos que sea la única. Hoy les vengo a hablar de Metalocalypse, animación producida por Adult Swim y emitida por primera vez en el año 2006. La serie nos narra las aventuras y desventuras de Dethklok, banda ficticia de Death Metal conformada por Nathan Explosion, William Murderface, Pickles, Skwisgaar Skwigelf y Toki Wartooth. En el universo de la serie, Dethklok es la banda más famosa e importante del mundo, representando, de hecho, la duodécima economía a nivel mundial, por lo que cada disco de Dethklok significa la reactivación de toda la economía global, y de igual manera, cada tropiezo que la banda tiene a lo largo de la serie puede llegar a significar crisis económicas globales o incluso connatos de conflictos bélicos internacionales. Desde aquí podemos notar algo de la tónica absurda y exagerada de la animación, pero no se dejen engañar, Metalocalypse contiene un humor ácido y políticamente incorrecto que termina por ser una sátira de toda la industria discográfica, así como de los gobiernos mundiales y, claro está, de las masas enajenadas bajo el modo de producción capitalista. Así como lo digo, Metalocalypse es un documento de análisis y reflexión sobre los tiempos modernos.

La serie fue un rotundo éxito en su momento, y a pesar de que Dethklok es una banda ficticia, llegó a ser patrocinada por marcas como Gibson. Por otro lado, y como es de esperarse, la serie está llena de música compuesta por la misma banda, y así como en el mundo de la animación, los discos que se grabaron y salieron al mercado resultaron ser todo un fenómeno de ventas; tanto fue así que The Dethalbum vendió 33, 741 copias sólo en la primera semana de lanzamiento, ¡convirtiéndose en el disco de Death Metal más vendido de la historia!

La música de Dethklok es una mezcla de letras irrisorias y en momentos ridículas, como por ejemplo, Duncan Hills Coffee, que es un jingle para una marca de café que destaca las propiedades del delicioso producto promocionado; en la serie, Duncan Hills Coffee se vuelve la marca más vendida de café en todo el mundo gracias a su convenio con Dethklok, y si bien, muchas de las letras hablan sobre trivialidades, la música elaborada por Dethklok posee un virtuosismo comparado sólo con pocas bandas de la talla de Therion o Meshuggah. La música de Dethklok puede ser clasificada como un Death Metal Sinfónico de la más alta calidad, y es que, en la vida real, todos los miembros de Dethklok son músicos, compositores e instrumentistas de renombre, y cada uno de los personajes se encuentran inspirados en músicos como Geezer Butler de Black Sabbath, George “Corpsegrinder” de Canibal Corspe, Yngwie Malmsteen y Mikael Akerfeldt de Opeth. Al mismo tiempo, encontraremos otros personajes como el mítico Dr. Rockso, parodia de varios músicos pertenecientes al Glam Metal, como David Lee Roth de Van Halen o Nikki Sixx de Mötley Crüe.

Existió todo un desfile de músicos invitados para participar en la serie, como James Hetfield y Kirk Hammet de Metallica, Michael Amott de Arch Enemy, Steve Smyth de Testament, King Diamond y Mike Patton de Faith No More, entre muchos otros. ¡Metalocalypse es una parada obligatoria para los amantes del Metal!

Y bueno, si no eres fan del género musical, no importa, como dije antes, Metalocalypse brilla por su sentido del humor e ingenio, haciendo que cualquiera, headbanger o no, disfrute de esta increíble serie.

Desafortunadamente, la serie terminó de manera abrupta en el 2013, y si bien hoy en día existe una suerte de “cortometraje” para darle fin a la historia, la verdad es que los fans siempre nos quedaremos con ganas de una nueva temporada.

¿Y ustedes, qué esperan para ver Metalocalypse y gritar a todo volumen “¡BRUTAL!”

Otros temas que te pueden interesar…

The inside room: un disco que te rompe el alma

Era diciembre del año 2011, y buscando recomendaciones discográficas en la red, llegó a mis manos The inside room de la banda 40 Watt Sun, y desde la primera vez que lo escuché, se clavó profundo en mi alma. La banda británica, perteneciente al subgénero del Doom Metal, había lanzado ese mismo año una pieza…

Una cerveza y un mezcal

Llegué a la misma cantina de siempre y pedí la promoción usual: una cerveza y un mezcal. Mientras esperaba, un joven mesero no dejaba de verme, como si estuviera intentando encontrar algo en mi persona. Yo, con los ojos clavados en mi sucia mesa continúe esperando. De pronto, llegó el mesero de mirada intrigante y…

Nassau

Estábamos mi hermano y yo afuera de alguna plaza comercial de Acapulco esperando a que salieran nuestros padres. Ya era de noche, y la brisa tropical del puerto hacía que el ambiente nocturno fuese lo suficientemente agradable como para haber decidido no entrar a comprar los suministros para hacer la cena y, en su lugar, quedarnos en el auto. Yo tenía 17 años y Fernando 16. Faltaban muchísimos años para que llegaran al mundo los teléfonos inteligentes, pero ya existían aquellos que permitían introducirles música. Entonces, nos encontrábamos los dos, uno en el asiento del copiloto y el otro atrás (no recuerdo quién ocupaba cada espacio) y Fernando me dijo que escuchara una canción, así que, en esos rudimentarios aparatos que existían por ahí del 2006 – año en el que transcurre esta anécdota – comenzó a sonar Nassau, de los Hombres G. Yo casi no sabía nada de ellos, pero ahí, acostados en el auto con las ventanas abajo y atravesados por el romper de las olas, escuché:

“Nassau, son las doce la noche…”


A partir de ahí quedé como hipnotizado por la melodía y la letra, y mientras sonaba la canción, yo podía imaginar todas las cosas que se narraban en ella. Por ese entonces yo acababa de empezar a salir con una chica, y cuando vino la parte que decía: “esta mañana, me ha dejado mi novia hawaiana” no sé por qué pensé en ella y me dio mucha risa. Unos días después fui a comer casa de esta novia, y sin que yo le dijera nada, puso el Peligrosamente Juntos del cuarteto español, disco que contenía esa canción que yo había escuchado con mi hermano unos días atrás en la playa.

Sólo unas cuantas semanas después, mis papás, Fernando y yo, tuvimos la oportunidad de viajar a Europa. Era uno de esos paquetes en grupo que incluyen guía de turistas y en el que se van recorriendo distintas ciudades. Ahí conocimos a Pamela y a Irma. La mayoría de las personas del grupo eran gente muy mayor o demasiado pequeños como para convivir con ellos, por lo que conocer a Pam y a Irma, quienes eran más o menos de nuestra edad, le dio un nuevo tinte a la experiencia del viaje que llevábamos a cabo. Habrá momento para contar varias de las anécdotas divertidas que los cuatro vivimos en esos días, pero hoy sólo me centraré en lo que aconteció en Madrid.

Los cuatro fuimos a cenar pizza, mientras mis padres habían ido a algún lugar con una pareja de colombianos (¿o venezolanos? No recuerdo). De la nada, llegó un momento donde Fernando, Irma, Pamela y yo nos encontrábamos dando tumbos de madrugada por Madrid a causa de las bebidas que estuvimos consumiendo. Esa fue la primera vez que mis padres, quienes nos vieron de lejos por la calle, ahogados en alcohol, disimularon e hicieron como que no nos habían visto.

Nos empeñamos en encontrar una licorería para poder seguir tomando el vodka que no sé de dónde habíamos sacado. Llegamos a la tienda, y al preguntar con qué íbamos a mezclar el alcohol, todos convenimos el jugo sería la mejor opción. Al preguntarle al encargado si tenía jugo, hizo una cara bastante extraña y me dijo que no entendía muy bien qué era lo que le estaba pidiendo. ¿Cómo diablos explicarle a alguien a qué me refería con el concepto “jugo”? ¿”Extracto de fruta líquido”? Pedir jugo en la tienda es una de esas actividades tan repetitivas que, cuando nos descolocan de la forma tan automática en que las realizamos, no sabemos muy bien dónde quedamos parados; además, era un adolescente ebrio de madrugada en otro país a quien esperaban afuera de la tienda para poder seguir bebiendo: no tenía el tiempo ni el interés de explicar a qué me refería con jugo, a lo que el encargado sólo terminó por mencionarme que, si así lo quería, había zumo. Salí decepcionado y les dije a mis compañeros de juerga de esa noche que, desafortunadamente, no había jugo sino sólo zumo. De inmediato se comenzaron a reír de mí, y Fernando, sin decir nada, entró velozmente a la tienda y salió con el zumo que utilizaríamos para seguir tomando esa noche.

Mientras caminábamos, Fer y yo marchábamos detrás de Pamela e Irma y platicábamos lo mucho que nos gustaban, y nuestras mentes juveniles, inundadas por alcohol, se exaltaban con todas las posibilidades que esa noche prometía. De repente, interrumpimos esa conversación porque Fernando me mostró que el zumo que había comprado era de piña, y sin decir otra palabra, los dos nos comenzamos a reír y a cantar:

“Recuerdo bien, cuando estaba yo en Madrid, con mi zumo de piña…”

La noche terminó con un montón de risas, y Fernando y yo seguimos viendo a Irma y a Pamela durante muchos años después de eso. Las dos se convirtieron en una parte importantísima de nuestras vidas, y hasta hoy en día, cuando escucho Nassau de los Hombres G, sonrió al recordar esa madrugada loca por las calles de Madrid.

Otros temas que te pueden interesar…

El mejor disco de toda la historia: Bat Out Of Hell

Verano del 2005: mi hermano y yo estábamos de vacaciones y en uno de esos días de descanso veíamos VH1; como parte de la programación, salió una película biográfica sobre el que se aseguraba, era uno de los artistas de rock más grandes de todos los tiempos: Meat Loaf. Nos quedamos viendo todo el documental…

Te imaginé…

Imaginé que, en una tarde de verano, mientras veía la televisión y fumaba un cigarro, alguien tocaba a mi puerta, mientras oía la lluvia caer.   Imaginé cómo se formaba un rostro de incertidumbre y angustia en mi ser, e imaginé levantarme con zozobra y caminar para abrir. Imaginé ver tu rostro del otro lado…

Me amarás…

Me amarás… Me amarás desde siempre y para siempre, desde la noche en que nuestros labios se juntaron en un beso que sabía a clandestinidad. Me amarás con cada mensaje y con cada fotografía, con cada sonrisa y con cada lágrima extraviada en lo fugaz. Me amarás en ese motel de mala muerte, en el…

Ormurin Langi

Cursando el tercer y último año de mi bachillerato, comencé a frecuentar a unos compañeros de clase que conocía desde primaria, pero con los que nunca había convivido. Por esos momentos de mi vida, tenía unos muy buenos amigos y a quienes siempre llevaré con mucho cariño en mis recuerdos, pero la verdad es que no teníamos tanto en común, por lo menos con la mayoría de ellos. Cuando comencé a salir con Daniel y con Nacho en ese último año de preparatoria, por primera vez sentí que estaba en el ambiente correcto: hablábamos de filosofía y de Lovecraft mientras tomábamos ron escuchando a Led Zeppelin y a The Doors. Por ese entonces, la mayoría de las reuniones las hacíamos en casa de Nach, y más allá de las fiestas, su cuarto se convirtió muy pronto es uno de mis lugares cotidianos. Desde la primera vez que entrabas a su habitación, se podía sentir una suerte de calidez y de confianza. Tenía un poster de Edguy en la puerta de su closet, libros, una serpiente, su gatita Freya, una bandera de Suecia y una espada, entre muchas otras cosas que aún recuerdo y que podría seguir enlistando.

Fue en esa época con esos nuevos amigos que conocí a la banda de Viking Metal, Tyr, y desde la primera vez que los escuché se convirtió en una de mis favoritas. Nacho me prestó los dos primeros discos de la banda proveniente de las Islas Feroe: How Far To Asgaard y Eric The Red. Era un tipo de música que, para ese entonces, yo nunca había escuchado. Lo que más me gustaba de Tyr era repasar todas las leyendas y pasajes mitológicos e históricos de las civilizaciones nórdicas que narraban sus canciones.

Cuando yo llegué a ese grupo de amigos, Tyr ya era una parte importante de los rituales propios del círculo: cantar a todo volumen Wild Rover y beber alcohol cada que se mencionara el título de la canción. Fueron incontables las tardes y noches que pasamos en casa de Nacho bebiendo, charlando y escuchando música hasta caernos de borrachos. Recuerdo bien que, para alguien como yo al que nunca le fue fácil hacer amigos, fue un gran momento de mi vida, porque de inmediato me incluyeron con gusto en ese grupo y me hicieron sentir como si yo fuera parte del mismo desde siempre.

Una tarde, saliendo de la preparatoria, fui con Nacho a su casa. Como dije antes, ya no sólo iba cada que había una reunión, sino que se volvió algo común que pasaramos, solo él y yo, horas platicando, hasta que me tenía que regresar a mi propia casa antes de que me cerraran el metro. Una de esas tardes, particularmente nublada – o por lo menos así la recuerdo – en vísperas del ocaso, Nacho me dijo que quería enseñarme algo. Nos sentamos en su computadora y abrimos YouTube, esa plataforma todavía independiente y rudimentaria que tenías que dejar cargar 10 minutos para poder ver un video completo. Nacho abrió el video de la canción Ormurin Langi de Tyr, y comenzó a narrarme toda una historia. Se trataba de una canción perteneciente al folclor medieval escandinavo, que contaba una guerra entre el rey de Noruega y el de Dinamarca. La letra, compuesta por varios versos y un coro, repasaba la historia de dicho conflicto y el cómo, con la construcción de un poderoso Drakkar en forma de serpiente (significado de Ormurin Langi) se había conquistado al pueblo enemigo. Yo estaba inmerso en lo que Nacho me decía, acompañado todo ello del poema que sonaba. Poco a poco la tarde se fue convirtiendo en noche, y sin darnos cuenta, quedamos en completa oscuridad en su cuarto, alumbrados sólo por la luz tenue de la pantalla de su computadora. El video eran unos niños de no más de 10 años representando la batalla entre esos dos reyes, todos ataviados con la indumentaria vikinga utilizada para la guerra. Mientras lo veíamos, Nacho me seguía contando sobre la mitología y la historia nórdica, y de cómo la música que escuchábamos estaba llena de nostalgia por recordar esos momentos gloriosos marcados por valores de guerra y honor.

Han pasado muchos años, y todavía sigo escuchando a Tyr, y todavía sigo recordando esas reuniones, pero, sobre todo, cuando comienza a sonar Ormurin Langi en mis audífonos, recuerdo esa tarde que fue sólo una de las muchas en que Nacho me enseñó un montón de cosas que hasta hoy en día no he olvidado.

Otros temas que te pueden interesar…

The Midnight Gospel: una cura contra el dolor

Han pasado ya algunos años desde que, por motivos de la expansión del COVID-19 a nivel mundial y de forma acelerada, tuvimos que resguardarnos en nuestros hogares. Fue en ese entonces, y debido a dicha situación, que muchos de nosotros encontramos una buena manera de pasar el tiempo descubriendo series y películas en diversos medios…

Jealous Guy

Tenía quince años, y hacía poco que acababa de comenzar mi primera relación de noviazgo. Ella era una conocida por parte de la familia de mi cuñada, y siendo que éramos tan jóvenes, sólo nos veíamos en reuniones familiares en las que coincidíamos. Ya saben, le estoy hablando de uno de esos “primeros amores”, como decimos aquí en México, una cosa “de manita sudada”.

Como dije, sólo nos veíamos muy de vez en cuando en algunas situaciones familiares, pero a inicios de ese verano, ella me habló y me dijo que se estaría quedando con su abuelita, y que, dado que iniciaban vacaciones, quizá podía visitarla más a menudo. Recuerdo incluso tener una charla con mi papá, de una seriedad tremenda, sólo para pedirle permiso y poder salir a verla ahora que se encontraría más cerca de la ciudad, ya que ella vivía en Tlalnepantla, y para un Rodrigo de quince años era inimaginable moverse hasta allá (incluso hasta la fecha sigue siendo así). Él iba manejando, y después de guardar silencio – un silencio que me pareció durar horas – me dijo que no le gustaba la idea, pero que yo tenía su permiso. A partir de ese momento, yo comencé a ir para sus rumbos: caminaba hasta el CENART, cruzaba el Río Churubusco, y tomaba mi pesera, la cual me dejaba en Mixcoac y de ahí caminaba para la Unidad de Plateros, donde su abuelita tenía un departamento. Recuerdo que en una de las muchas tardes que pasamos en ese departamento, compramos “pirata” El efecto mariposa, y esa fue una de las primeras películas que me dejaron pensando durante días. De esa forma, y sin que me diera cuenta, pasó todo ese verano.  

En mi trayecto, todavía con un discman enorme, color negro, metido en mi mochila, yo escuchaba discos para distraerme en el camino. Por ese entonces, descubrí el Imagine de John Lennon, y la canción que más me hace recordar esos días era Jealous Guy. Ahora, cada que escucho esa pieza musical, llegan de inmediato a mi memoria esos días que me parecen muy lejanos, y recuerdo con ese dejo de nostalgia toda mi ruta escuchando esa música. Los atardeceres de ese verano, el clima tan agradable que hacía, y cómo toda la Ciudad de México se me mostraba como un lugar listo para ser explorado. La frescura de esa juventud no podía ni imaginarse todas las cosas vendrían después. Para ese entonces, mi mayor preocupación era conseguir cincuenta pesos para invitar a esa que fue mi primera novia al cine. La vida era buena y el mundo era un lugar mucho más sencillo que ahora…

Otros temas que te pueden interesar…

¿Cuántas lunas?

¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir? ¿Cuántas de ellas me habrán bañado con sus rayos repletos de melancolía y tristeza? ¿Cuántas veces habré deseado desvanecerme en esos parajes nocturnos? ¿Cuántas lunas habrán sido testigos silenciosos de mi angustia y soledad? ¿Cuántas lunas habré observado antes de dormir, deseando no ver ni una sola más?

In My Restless dreams…

Yo comencé en el mundo de los videojuegos desde muy niño, como ya había mencionado en muchas otras entradas; y desde siempre me ha gustado todo lo relativo al mundo del terror, como también he mencionado en entradas anteriores; en consecuencia, los videojuegos de terror siempre fueron algo por lo que sentí una especial atracción.…

Si algo me pasa, los quiero…

Pocas veces me encuentro con algo tan desgarrador como el cortometraje del que les vengo a hablar el día de hoy. Si algo me pasa, los quiero es un filme escrito y dirigido por Will McCormack y Michael Govier ganador del Oscar a “Mejor cortometraje de animación” en el año 2021, y cuando uno lo…

Nota al pie de página sobre el proceso de autopublicación

Hace no mucho leí en Twitter – ahora X – un comentario que decía algo así como que la autopublicación era “para perdedores”. Y sí, sé que nunca deberíamos tomarnos en serio un comentario en esa red social, ya que, buena parte de sus usuarios utilizan ese medio para tirar odio injustificado contra cualquier tema que se les antoje, pero también sé que un comentario en redes sociales significa una idea probablemente generalizada en varios sectores de la sociedad, por lo que no quise dejar de escribir algo al respecto.

Lo primero que me gustaría preguntarle a la persona de ese comentario es: vale, la autopublicación es para perdedores y sólo una publicación en términos tradicionales cuenta. ¿Cuántos libros publicados o autopublicados tienes hasta el momento? Sé que la pregunta es retórica, porque no se necesita haber publicado para criticar al mundo editorial, igual que no se necesita ser jugador de futbol para criticar el pésimo desempeño de la selección nacional, pero lo que sí dejaría ver esa pregunta retórica es que aquella persona lanza un comentario gratuito sin fundamento alguno, escondida en el anonimato de las redes sociales (como siempre, estoy seguro que, de frente y no detrás de un monitor, esa persona no podría sostener su palabra). Mi visión sobre el asunto es muy benjaminiana, quiero decir – y no es el lugar para resumir la filosofía del buen Benjamin – que la técnica no es mala ni buena por sí sola, sino que depende de la utilización que se le dé; en este sentido, podemos servirnos de las herramientas tecnológicas de hoy en día para darle “rienda suelta” a procesos creativos y simbólicos, y, en consecuencia, abandonar la posición pasiva de espectadores con la que los regímenes totalitarios tanto gozan. ¿Quién podría llamarle “perdedores” a todos aquellos artistas que, hoy por hoy, desde la comodidad de sus casas, se han hecho de los equipos mínimos suficientes para grabar sus piezas musicales y subirlas a YouTube o a Spotify prescindiendo de un contrato con una gran disquera para promocionarse? ¿Quién podría llamarle “perdedores” a los pintores que se han servido de WordPress para dar a conocer sus carpetas? ¿No hay incluso algo de revolucionario en hacernos con los medios de producción simbólica y darles la vuelta a las industrias culturales del mundo de las editoriales y disqueras? La persona que, detrás de su monitor, se sintió muy valiente para comentar que la autopublicación es para “perdedores” ni siquiera se dio cuenta de su actitud burguesa, contrarrevolucionaria y conservadora.

¿Por qué le tenemos tanto miedo a experimentos como Wattpad? Sinceramente, he leído algunas cosas de la plataforma, y varias de ellas me parecen pésimas (así como, seguramente, mi novela o las entradas de mi blog le podrán parecer pésimas a algunos), pero no por eso me atrevo a decir que Wattpad es para perdedores; incluso diría que, seguramente, muchas de las personas que escriben en Wattpad jamás pasarán de ahí, pero pienso que la plataforma le ha servido a muchos escritores amateurs para ir perfeccionando su técnica en el mundo de la escritura.

Acompaña a todo esto otro fenómeno que me molesta bastante: la idea generalizada de que la escritura es un hobby y no un trabajo serio. En cuanto publiqué Puta vida, me llegaron un montón de comentarios que me decían “ah, sí, yo también ya voy a publicar mi libro”; sobra decir que esas personas siguen sin publicar nada, porque ni siquiera tienen algo escrito. Lo que quiero decir con esto es que la escritura es un trabajo arduo y difícil, no una ocurrencia, por eso, aunque hoy por hoy exista la autopublicación, la verdad es que no cualquiera puede escribir un libro; para autopublicar, primero hay que haber escrito algo. Yo podría responder a la oferta laboral para volverme chef de un restaurante famoso, pero, aunque me dejaran trabajar ahí sin una entrevista, no duraría ni medio día en el puesto por no saber cocinar ni dirigir una cocina. Creo que esta actitud de “yo también voy a escribir un libro” responde al momento actual de la idea del emprendimiento; parece que sólo hace falta tener una buena idea para volvernos empresarios, o en este caso, escritores, prescindiendo de todo lo que realmente significa ser escritor, ¡incluyendo el propio acto de sentarse a escribir!

Y está el tema de las pequeñas editoriales: la publicación de Puta vida en términos de autopublicación no fue inmediata, sino que escribí a varias editoriales independientes, y el rechazo fue inmediato, incluso antes de leer la obra, ¿se imaginan el por qué? Bueno, pues en cuatro de cuatro editoriales me comentaron que no había presupuesto ni siquiera para el papel de la impresión. ¿Oye, Rodrigo, y por qué entonces, no acudiste a una de las grandes editoriales si el dinero era el problema? Pues lo hice, y lo primero que obtuve como respuesta fue un “sinceramente, sólo publicamos a autores reconocidos”. Llegamos a esa vieja paradoja de nuestra actualidad: ¿Cómo voy a convertirme en un autor de renombre si no es posible publicar por los medios tradicionales? Por esto y por muchas otras cosas, la autopublicación de Puta vida fue la mejor opción en su momento.

Tampoco es que cualquiera pueda autopublicar: las empresas digitales que permiten la autopublicación hacen revisión y dictamen de la obra que se desea subir a sus plataformas; en consecuencia, no sólo hay que tener algo escrito, sino que hay que tener algo con los estándares mínimos de calidad, tanto en forma como en contenido.

Y una última cosa: el proceso de autopublicación me permitió decir lo que se me pegara la gana en mi obra, sin ningún tipo de censura de ningún editor ni de ninguna otra persona por encima de mí.

Autopublicar Puta vida ha sido una experiencia que he disfrutado en todos los momentos del proceso, y si volviera en el tiempo, volvería a optar para dicha obra por la autopublicación. Quien autopublica se encarga de la edición, revisión de estilo y maquetación de la obra y, en mi caso, soy yo quien de mi bolsillo le estoy pagando a una diseñadora gráfica para todo lo relativo a esa parte del proceso para mi segundo libro próximo a salir. Y sí, utilizaré la herramienta de la autopublicación nuevamente.

Otros temas que te pueden interesar…

Metalocalypse: una serie BRUTAL

Adult Swim nos ha regalado varias joyas de la animación para adultos con el paso de los años; quizá la más famosa en la actualidad sea Rick and Morty, pero esto no significa de lejos que sea la única. Hoy les vengo a hablar de Metalocalypse, animación producida por Adult Swim y emitida por primera…

Nassau

Estábamos mi hermano y yo afuera de alguna plaza comercial de Acapulco esperando a que salieran nuestros padres. Ya era de noche, y la brisa tropical del puerto hacía que el ambiente nocturno fuese lo suficientemente agradable como para haber decidido no entrar a comprar los suministros para hacer la cena y, en su lugar,…

Ormurin Langi

Cursando el tercer y último año de mi bachillerato, comencé a frecuentar a unos compañeros de clase que conocía desde primaria, pero con los que nunca había convivido. Por esos momentos de mi vida, tenía unos muy buenos amigos y a quienes siempre llevaré con mucho cariño en mis recuerdos, pero la verdad es que…

Anna (Go to Him)

Era verano. Yo tenía quince años, y mis papás habían estado bebiendo en alguna cantina del, en ese entonces, Distrito Federal. Al siguiente día de la juerga, llegó mi mamá con un disco en las manos, y me dijo que se había acordado de mí; en la cantina donde se la habían pasado, un señor puso sobre su mesa una canasta con varios artículos, y entre ellos se encontraba una copia del álbum debut de The Beatles: Please Please Me. Por ese entonces mi hermano, mis padres y yo, solíamos ir los sábados al Tianguis del Chopo a buscar posters, pines, playeras y discos de bandas como The Ramones, Nirvana y The Cure, y, a pesar de que yo nunca había oído con detalle a los Beatles, supongo que mi madre imaginó al realizar la compra de ese día en la cantina que era una banda que yo ya escuchaba con regularidad. Quiero contextualizarlos: estamos hablando de una época en la que no existía YouTube, ni Spotify, ni ITunes, ni celulares que pudieran almacenar audio, y la única manera de escuchar música era a través de la radio o de medios físicos como el CD.

Inmediatamente le tomé cariño al disco porque me lo había dado mi madre. En ese entonces todavía compartía el cuarto con mi hermano; en medio de las dos camas, había una cómoda, y encima de ella, se encontraba una vieja grabadora que podía reproducir discos compactos, así que esa misma tarde, él y yo, pusimos el Please Please Me, y esa sería la primera vez que escucharía un álbum de los Beatles. Fue amor a primera vista. Todas las canciones me resultaron increíbles, desde que comenzó a sonar I Saw Her Standing There hasta la melosa Baby It’s You, todo el disco me pareció maravilloso. Estaba empezando a entender el por qué se hablaba de los Beatles como una de las mejores bandas de rock de todos los tiempos. No hubo una sola pieza que no me provocara algo. Con el Please Please Me pude escuchar una de las caras más sencillas del rock. El álbum no contiene grandes instrumentaciones ni arreglos complicados, por el contrario, se trata de una batería, guitarra rítmica, guitarra principal y bajo, todo acompañado por las voces del cuarteto de Liverpool. Había una mezcla de sencillez y amor en todas esas canciones. No se trata de una de las obras más complejas y conceptuales de la banda, por supuesto (la mitad del álbum de hecho son covers de otros artistas), pero insisto, había una enorme belleza en la simplicidad de esas canciones.

Creo que el ejemplo más claro de ello es el cover de Arthur Alexander que le da título a esta entrada: Anna (Go to Him). Con sus apenas tres minutos de duración, es una melodía que transmite el sentimiento de tener que dejar ir a un amor; no hay más complicaciones, no hay más análisis, y aun así, Anna (Go to Him) llega y toca fibras sensibles. Chains, Ask Me Why, Do You Want To Know A Secret?, P.S. I Love You, todas son piezas que me llenan el corazón de alegría y nostalgia cada que las vuelvo a escuchar. En esas noches veraniegas, antes de dormir, conectaba unos enormes audífonos a la grabadora y escuchaba el Please Please Me una y otra vez hasta quedarme dormido.

Como dije desde el principio, esto pasó en un verano de hace más de 15 años, y últimamente estuve pensando en Please Please Me, este disco que me abrió la puerta a toda la discografía restante de los Beatles, y que hasta la fecha, ahora mismo mientras escribo, lo sigo escuchando con profundo cariño.

Otros temas que te pueden interesar…

Jealous Guy

Tenía quince años, y hacía poco que acababa de comenzar mi primera relación de noviazgo. Ella era una conocida por parte de la familia de mi cuñada, y siendo que éramos tan jóvenes, sólo nos veíamos en reuniones familiares en las que coincidíamos. Ya saben, le estoy hablando de uno de esos “primeros amores”, como…

Anna (Go to Him)

Era verano. Yo tenía quince años, y mis papás habían estado bebiendo en alguna cantina del, en ese entonces, Distrito Federal. Al siguiente día de la juerga, llegó mi mamá con un disco en las manos, y me dijo que se había acordado de mí; en la cantina donde se la habían pasado, un señor…