Uno de los discos favoritos de Kurt Cobain era el Burning Farm de la banda de punk japonesa Shonen Knife. Así fue como yo me enteré de la existencia de esa agrupación y, siendo Nirvana una de mis bandas favoritas, me di a la tarea de buscar el álbum en cuestión. Burning Farm, grabado en 1983, es la muestra clara del por qué uno de los músicos más importantes del siglo XX tenía a esta banda como una de sus predilectas. Conformada, en principio, por Naoko Yamano, Michi Nakatani y Atsuko Yamano, Shonen Knife se ha convertido en una de mis agrupaciones favoritas. Para todos los que somos fans del punk neoyorquino al más puro estilo de The Ramones, Burning Farm es toda una delicia (de hecho, el conjunto originario de Osaka fue telonero de la icónica banda de Nueva York). También hay que comentar la enorme influencia que The Ramones tuvieron en estas punks del lejano oriente, muestra de ello es que en Burning Farm podemos encontrar el cover de I Wanna Be Sedated.
Con la estructura básica de tres o cuatro acordes en la guitarra, un bajo que replica la línea rítmica y una batería que rompe la tarola, el disco se siente como toda una joya. La grabación se disfruta de principio a fin y, como todo buen disco de punk, por momentos se desea que pudiese durar un poco más de esos treinta minutos. Sin lugar a dudas, las japonesas cuentan con una extensa discografía, ya que, con algunos cambios en su alineación, ellas siguen tocando y grabando discos hasta el día en que escribo esta entrada. Una discografía que tiene sus altibajos, sin embargo, Burning Farm sigue brillando hasta hoy como uno de los mejores discos de la historia del punk. Sólo hace falta escuchar Twist Barbie, el sencillo que se desprendió de la grabación, para comprobar lo anteriormente dicho.
Así que, si aun no conoces a esta banda japonesa, es momento de sentarse y disfrutar de este álbum debut que disfrutarás como pocos.
Como buen amante del cine que me considero ser, me he topado más de una vez con ciertas películas que resultaron ser un bocado un poquito más difícil de digerir que otros, y sé que, para ti que eres amante del denominado “séptimo arte” también te pasó alguna vez. Por eso, hoy te quiero compartir…
Los que siguen a su querido servidor desde hace tiempo, sabrán que soy un gran fanático de las series animadas y, de vez en cuando, llega una tan innovadora como irreverente e inteligente. Ese es el caso de Smiling Friends. Transmitida por primera vez en el año 2022 a través de Adult Swim, Smiling Friends…
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Era el último día de mi residencia en Tokio. Después de dos años de estudiar en Japón, debía de regresar a la Ciudad de México en unas horas más. Ella y yo estábamos en medio de Shibuya, y el atardecer nipón era poco a poco desplazado por la noche. Los colores púrpuras y carmesí en el cielo se combinaban con los azules oscuros que estaban a punto de consumirlo todo. Algunas estrellas y la luna ya podían visualizarse en esos momentos.
Su nombre era Akane Matsumoto, y para ese entonces teníamos siete de meses de haber empezado a salir. Aunque parecía que el tiempo de estar juntos era poco, nuestra relación era seria debido a la intensidad con la que ella y yo la habíamos vivido. En nuestros ojos se podía ver, detrás del brillo despertado por el romance y esa intensidad antes mencionada, la tristeza y la nostalgia al saber que sólo nos quedaban unos cuantos minutos más antes de que nos tuviéramos que despedir. Intentábamos no pensar en eso. En medio de esa ruidosa multitud, parecía como si sólo existiésemos nosotros.
Teníamos el estómago lleno ya que acabábamos de comer, por lo que decidimos ir a un bar. Caminamos sin rumbo por un rato, y ya bien entrada la noche entramos a una especie de cafetería que tenía puesta la música a muy alto volumen, y sin saber bien el por qué, ese fue el detalle que hizo que nos decidiéramos por ese lugar. Adentro se encontraba un señor como de unos sesenta años que no dejaba de fumar y de beber cerveza, y en otra mesa estaban dos mujeres como de veintitantos años que no cesaban de reír, y comentaban algo sobre un examen que debían de presentar la siguiente semana. Akane y yo pedimos un par de cervezas que llegaron casi de inmediato. En cuanto arribaron los tragos, a los dos nos invadió un profundo sentimiento de pena; pude ver cómo se sonrojaron sus ojos, y cuando ella observó que la estaba viendo a punto de estallar en llanto cambió con velocidad su estampa y me sonrió; me sonrió con esa sonrisa que había cambiado mi vida en estos últimos siete meses. De nueva cuenta, pretendimos que ninguno de los dos sabía que estábamos viviendo nuestros últimos momentos juntos. Con su mano derecha, tomó por detrás de su oreja un pedazo de su cabello y empezó a juguetear con él, haciendo y deshaciendo remolinos. Yo amaba todo de ella, desde su piel color nieve, hasta la última punta de ese cabello negro, largo, lacio, y que no importaba cuándo lo oliera, siempre tenía ese gusto a sakura del cual no me podía cansar.
De pronto, comenzó a sonar Stay With Me de Miki Matsubara; por esos días no era raro escuchar esa canción en todas las estaciones de radio y tiendas de discos en Tokio. Casi de inmediato, Akane tomó mi mano emocionada y me arrastró para que bailáramos juntos: Stay with me, mayonaka no doa o tataki, kaeranaide to naita, ano kisetsu ga ima me no mae. A pesar de que estábamos frente a frente, en la oscuridad de ese establecimiento alumbrado sólo por un par de luces neón y una bola “disco” de tipo occidental, lo único que podía notar con claridad eran sus ojos de cielo y sus dientes perfectos, también color nieve. Ella bailaba de manera extraordinaria, como si le hubiese dedicado su vida a la danza, mientras que yo sólo podía intentar torpemente seguirla en sus pasos, cosa que a ella le daba muchísima risa. Llegado cierto momento, volteé y pude notar cómo las dos estudiantes y el anciano nos veían, y las tres figuras sonreían; las colegialas nos contemplaban como anhelando eso que veían en nosotros para ellas, y la sonrisa del anciano estaba atravesada por una melancolía, quizá al recordar un amor como el nuestro en su propia vida: Stay with me, kuchiguse wo ii nagara, futari no toki wo daite, mada wasurezu, daiji ni shite ita. Mi japonés no era tan fluido todavía, y su español, que le había estado enseñando en esos siete meses tampoco era muy claro, pero no hacía falta que dijéramos mucho, podíamos pasar horas sólo viendo los ojos del otro, y esa era toda la comunicación que necesitábamos.
El tiempo pasó como agua, y al mirar nuestros relojes, nos dimos cuenta que era casi medianoche y que había llegado el momento de decir adiós. Acordamos que me acompañaría al hotel que reservé para poder ir en la mañana al aeropuerto, así que nos dirigimos hacia Kabukichō. Llegamos, y el distrito, como siempre, estaba lleno de vida nocturna: la gente no dejaba de pasar en oleadas que se asemejaban a las representadas por Hokusai, y a lo lejos, otra vez, se podía escuchar Stay With Me. De la nada comenzó una lluvia torrencial, y fue como si no nos importara, porque nos quedamos viéndonos mientras el aguacero empapaba hasta el último milímetro de nuestros cuerpos. Su cabello comenzó a aparecerme como una cascada oculta en algún bosque del lejano país, y a pesar de que no era muy bien visto, finalmente, ahí, en medio de la calle rodeada por izakayas y máquinas pachinko nos abrazamos y nos besamos con una pasión y una tristeza bien mezcladas. Nunca pude saber si las gotas que llenaban nuestros rostros se debían a la lluvia o a las lágrimas que ya no pudieron esperar más para salir: soko ni anata wo kanjite ita no.
Nos separamos, y cada quien tomó su rumbo. Lo último que pude sentir fue la yema de uno de sus dedos. Ninguno de los dos volteó, sabíamos que hacerlo sólo acrecentaría el enorme dolor que ambos experimentábamos. Nunca se lo mencioné, pero si ella hubiese dicho un “quédate” o algo parecido, hubiera dejado todo por permanecer a su lado.
Quedamos que regresaría en doce meses para poder pasar el resto de nuestras vidas juntos. Nunca la volví a ver. Han pasado 40 años, y esa herida en mi corazón sigue abierta: kaeranaide to naita…
El Pixel Art es una forma de creación de gráficos digitales en los que, como indica su nombre, los dibujos se hacen con base en el modelado de los pixeles, siendo estos la unidad mínima para la imagen digital. En el año 2017 vio la luz uno de los videojuegos con este tipo de arte…
El punk ha sido uno de mis géneros musicales favoritos de toda la vida. Comencé escuchando a The Ramones y a los Sex Pistols cuando tenía catorce años, y desde entonces mi repertorio ha aumentado, desde bandas consagradas y mundialmente conocidas como The Misfits, Dead Kennedys o Bad Religion, hasta proyectos más underground e independientes…
En la licenciatura en Filosofía, uno de los mejores amigos que tuve fue Rodolfo. Él era un gran fanático de un cantautor y escritor español llamado Javier Corcobado; alguna vez en mi adolescencia había escuchado ese nombre, pero nada más allá de eso. Fue Rodolfo quien me introdujo a la enigmática música de este nuevo…
Yo tenía diez años, y, no recuerdo bien por qué razón, pero mis padres, mi hermano y yo, fuimos una tarde al mercado de Jamaica. Era bastante común que visitáramos esa zona del ya desaparecido Distrito Federal (que no es lo mismo que la Ciudad de México).
Mientras recorríamos los pasillos del mercado, pasamos por un puesto que vendía juegos piratas de Playstation, y no sé si mi hermano y yo pedimos alguno, o si mis papás estaban de muy buen humor y en las condiciones económicas propicias para ofrecernos comprar uno de esos juegos, pero la cosa fue que nos dieron a elegir un disco de esos que, por aquel entonces, costaban más o menos diez pesos. Dejándome llevar por las portadas (ya que no tenía en mente ningún juego en específico) elegí uno de ellos donde se mostraba un enorme castillo en la cima de una montaña, con una noche lúgubre y una lluvia inclemente como telón de fondo. No sé si ya lo he contado en otra ocasión, pero desde muy pequeño me llamó la atención todo lo que tenía que ver con lo demoniaco y lo fantasmagórico, por lo que, ese castillo tenebroso hizo que ése fuera el juego que terminé pidiendo. El título del videojuego era Castlevania: Symphony of the Night.
Llegué a casa, y como era común cada que compraba un videojuego nuevo, lo primero que hacía era probarlo, pero ante la dificultad del primer jefe – el mismísimo Drácula – lo dejé quién sabe por cuánto tiempo.
Los recuerdos de toda esa época me resultan borrosos, así que no podría decir cuánto tiempo pasó desde ese día hasta lo que voy a contarles a continuación. Era una tarde muy fría y lluviosa, de aquellas en las que parece que el cielo está a punto de caerse, y las nubes grises ensombrecen y opacan todos y cada uno de los rayos solares que intentan atravesarlas. En el extinto Canal 4 de la televisión mexicana, pasaban una película de terror sobre una casa de muñecas, en la que los títeres que la habitaban tomaban vida por las noches. Hasta la fecha no tengo ni idea de cuál era el nombre de ese filme ni ninguna otra información. Una vez que terminó esa función vespertina, me quedé con ganas de seguir disfrutando de lo sobrenatural, por lo que sin saber muy bien qué hacer en esa tarde ominosa, le di otra oportunidad al videojuego comprado en Jamaica; después de eso, no pude dejar de jugarlo.
Castlevania: Symphony of the Night otorgaba una experiencia que ningún otro juego me había ofrecido hasta ese entonces. Había esqueletos que intentaban apuñalarte; enfrentamientos directos con La Muerte, empuñando su guadaña lista para atacar; vampiros, calabozos, laboratorios de alquimia, todo acompañado con un soundtrack que, muchos años después, reconocería como una pieza maestra, no sólo de la historia de los videojuegos, sino de la música contemporánea en su totalidad: les estoy hablando de Nocturne in Midnightde Michiru Yamane. Recuerden que para ese entonces no había dispositivos móviles, ni redes sociales, vaya, no existía ni siquiera el Wifi; tener conexión a internet en el hogar se mostraba, todavía, como algo utópico y fantasioso, por lo que todo esto que les estoy relatando lo estaban viviendo miles de otros jugadores alrededor de todo el mundo, pero no había manera de que yo lo supiera.
Cada que tenía un tiempo libre (mayoritariamente en las noches), corría a la Playstation a intentar vencer a todos los esbirros del Conde Drácula, recorriendo cada uno de los escenarios que me aparecían. El juego tenía una dificultad considerable, por lo que había que intentar derrotar a cada uno de los enemigos una y otra vez. Además de la dificultad, la extensión era enorme, cosa que también significó, para ese momento en la historia de los videojuegos, algo con lo que SOTN estaba rompiendo paradigmas.
En Halloween y Día de muertos invitaba a mis primos a jugar Castlevania, con lo que, como ya se estarán imaginando, más allá de lo increíble que el juego resultaba ser, cada que pienso en SOTN llegan a mi cabeza incontables recuerdos sobre mi infancia.
Por más horas que uno jugara, pareciera que la aventura era interminable, tanto así que fue cuestión de años lo que me tomó para terminar el juego. Otra vez, recuerden, no había blogs, ni guías en internet, ni videos en YouTube que te revelaran secretos, todo era a partir de jugar por horas e ir desentrañando los secretos por tu propia cuenta. Podía quedarme atascado en un jefe imposible de vencer, o dando vueltas por todo el castillo de Drácula sin saber qué había que hacer después, pero todo valía la pena cuando, finalmente, se encontraba una nueva sección del castillo y se avanzaba en la aventura, sólo para encontrarse con más enigmas o con enemigos cada vez más fuertes. La verdad es que no pesaba jugar una y otra vez SOTN, ya que, como había comentado, el soundtrack a manos de Michiru Yamane era una delicia; incluso había ocasiones en que jugaba sólo para poder escuchar la música del juego (piensen: sin YouTube, Spotify o cualquiera de las herramientas recientes, no había otra forma de poder escuchar la música del SOTN).
Cada que avanzaba, siempre me quedaba sorprendido con las bestias infernales que resguardaban la guarida del Conde; eran animaciones y diseños que me “volaban la cabeza”:
Beelzebub
Orlox
Legion
Estos son sólo algunos de los seres de pesadilla que había que exterminar para poder seguir progresando en el juego, muchos de ellos tomados del folclor popular, de Hollywood o de entregas anteriores de la misma saga. Los escenarios, que van desde catedrales góticas, hasta coliseos romanos, no dejaban de sumergirme completamente en la atmosfera del castillo. Alucard – hijo de Drácula, protagonista del juego -podía transformarse en un poderoso lobo o en niebla para acceder a lugares inexplorados del castillo, así como lanzar hechizos, y los diálogos de éste y los otros personajes siguen grabados en la memoria de todos los que lo jugamos
Podría seguir escribiendo por horas todo lo que SOTN significó para mí de niño, y todos los recuerdos y las impresiones que, todavía hoy, el juego sigue ocasionándome.
Hasta la fecha, cada que puedo vuelvo a jugar el SOTN, el que, sin lugar a dudas, para mí y para varios jugadores en todo el mundo es el mejor videojuego de toda la historia.
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En 1997 salió a la venta el videojuego que para muchos es, incluyéndome, uno de los mejores y más importantes de la historia de la industria: Castlevania: Symphony of the Night – obra de la que no entraré en detalles porque merece su propia entrada -. Esta entrega, perteneciente a la famosa saga de videojuegos que inició en 1986 para la NES (Nintendo Entertainment System), vino a revolucionar no sólo a la colección de los Castlevania, sino que se considera como un momento paradigmático en el acontecer del mundo de los videojuegos, tanto así que, junto con Super Metroid, se le considera el padre del subgénero conocido como Metroidvania.
El genio detrás de la escritura, producción y realización de SOTN fue Koji Igarashi, quien en su momento trabajó para Konami y quien hoy en día ha seguido creando videojuegos por su cuenta, siendo reconocido en la actualidad como una leyenda en el mundo del gaming.
SOTN fue un éxito y es hasta hoy en día considerado como un juego de culto. No es extraño encontrarse directos en vivo en plataformas como YouTube, así como speedruns y toda una plétora de otros videos sobre contenido de la obra de 1997; con esto quiero decir que, más de medio cuarto de siglo después de su génesis, la obra maestra de Igarashi se juega como si se hubiese estrenado ayer.
Durante muchos años, Igarashi continúo entregando otros Castlevania que siguieron muy de cerca la fórmula del Symphony of the Night, y todos ellos fueron bien recibidos por el público y la crítica, sin embargo, desde hace ya aproximadamente más de una década, Konami ha dejado morir varias de sus sagas más importantes; no sólo Castlevania, sino otros éxitos de la empresa nipona como Silent Hill han quedado en el olvido más allá de la demanda de los fanáticos de esas célebres franquicias. La razón de lo anterior es interesante y curiosa: Konami se ha dedicado a las máquinas Pachinko (パチンコ), esa especie de “pinball” moderno que inunda las calles de Tokio y otras ciudades de Japón. Los fans le han reclamado durante poco más dos lustros la empresa que reviva a Castlevania, pero ellos han decidido que lo mejor es crear remakes o nuevas entregas dirigidas exclusivamente al Pachinko o a dispositivos móviles.
En el año de 2014 Igarashi abandona Konami para continuar con su carrera como productor, director y escritor, pero ahora en solitario, lo que significó que, casi de inmediato, los fanáticos de Castlevania le rogaran que, más allá de los intereses comerciales de Konami, IGA – como también es conocido en el medio – retomará la serie. Por supuesto, los derechos de la saga los posee Konami, por lo que Igarashi no podía hacer un nuevo Castlevania como tal, y ahí fue donde se encontró con la primera dificultad. El otro gran problema era, y como ya se lo estarán imaginando, el dinero. Si algo tenía Konami que le faltaba a Igarashi eran millones de dólares para poder crear un nuevo Castlevania; sin embargo, y aunque el panorama era desolador, en 2015 se lanzó la campaña de micromecenazgo en la plataforma de Kickstarter para el lanzamiento de un nuevo “Castlevania” (y aquí ya le vamos poniendo comillas al título del proyecto). El resultado fue la recaudación de más de 5.5 millones de dólares, con lo que, dándole al público lo que quería, merecía y por lo que se pagó, Igarashi anunció que habría un nuevo juego Metroidvania en sus manos. Hay que decirlo: la campaña que acabamos de mencionar en Kickstarter ha sido una de las más exitosas en toda la historia de la plataforma (y como cosa curiosa, varias fotografías de los mecenas incluso fueron contenidas en los escenarios del resultado final).
Para no “darle más vueltas al asunto”, en 2019 pudimos tener (¡finalmente!) el vástago no autorizado por Konami de Castlevania, obra que fue bautizada como Bloodstained: Ritual of the Night. Es obvio que desde el nombre se trataba de revivir aquella saga olvidada por el gigante nipón de los videojuegos, y el resultado no pudo ser mejor. Bloodstained: Ritual of the Night es una delicia, llena de nostalgia para todos aquellos a los que SOTN marcó nuestra infancia. La jugabilidad es muy parecida, pero ofreciendo nuevas dinámicas y actualizando el concepto. La dirección de arte es hermosa, los escenarios están construidos de manera impecable, y la paleta de colores, así como el diseño de toda la gama de criaturas humanas y bestiales es intachable; el guion es increíble, interesante, profundo, y ofrece una historia novedosa y atractiva. Y la música… ¡ahí es a donde quería llegar, a la música!
Igarashi logró incorporar al proyecto a Michiru Yamane, una de las compositoras japonesas más importantes dentro de la historia de los videojuegos, quien alcanzó la fama y el renombre internacional con el soundtrack de SOTN llamado Nocturne in Midnight, presentándolo en vivo con orquesta sinfónica en varios festivales alrededor del mundo. Sí, ya se imaginarán la delicia que es jugar Bloodstained: Ritual of the Night con la sacrosanta mano de Yamane encargada de la banda sonora. Hay que decirlo: tanto SOTN como Ritual of the Night, valen la pena sólo por la música.
En fin, más allá de reseñar el videojuego, lo que quería era hablarles del largo y sinuoso camino que tuvo Bloodstained: Ritual of the Night para ver la luz. ¿Por qué no reseñarlo? Creo que la mejor forma de acercarse a esta obra maestra es que ustedes la experimenten de primera mano.
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¿Alguna vez se imaginaron poder estar en Roma y en cuestión de segundos llegar a Japón? Bueno, pues con Thermae Romae Novae en Netflix eso ya es posible. Esta serie animada, inspirada por el cómic de Mari Yamazaki, nos introduce en el mundo de Lucius Modestus, personaje que forma parte de un importante linaje en el que su abuelo y su padre se han dedicado a la construcción de termas en el marco del antiguo Imperio Romano. Ahora, el lector podrá preguntarse si de aquí es de donde viene el argumento de la serie, y pues sí; profundizaré en esto. En el libro 36 de su Historia Natural (escrita en el siglo I, en Roma, y dedicada al emperador Vespasiano), Plinio el Viejo compara las “maravillas de Egipto” con las de Grecia y las de Roma. En éstas últimas, Plinio insistirá que el gran avance técnico que Roma le ha brindado al mundo es eso que hoy llamaríamos “ingeniería civil”, es decir, la construcción de puentes, arcos, carreteras y, sobre todo, cloacas y acueductos. Pongámonos en los zapatos de nuestro autor: resultaba impresionante observar un sistema que posibilitará llevar agua desde fuera hasta el centro de la ciudad, y llevarse todos los desechos desde la ciudad hasta las afueras. Para nosotros, hoy en día, puede parecernos muy normal abrir un grifo sabiendo que saldrá agua, pero para el siglo I, en el contexto en el que ubicamos a Plinio, esto resultaba ser toda una innovación.
Volvamos a la serie. Una vez que hemos hablado de la importancia de los baños públicos para los romanos, podemos entender que los arquitectos tenían un papel preponderante en esa civilización; el poder del Imperio muchas veces se demostraba con grandes edificaciones, por lo que, no era extraño que los emperadores tuvieran a sus propios arquitectos para llevar a cabo obras monumentales que dieran cuenta de su grandeza. Lucius es un arquitecto promedio, pero su pasión por las termas romanas, y el deseo de honrar a su padre y a su abuelo, lo llevan a una serie de viajes al Japón. ¿¡Qué, Japón!? Así como lo escucharon. Claro, aquí entra la parte de ficción de la serie, ya que Lucius se la pasa viajando por el tiempo al Japón del periodo Edo y al Japón de nuestra actualidad. Es en ese lugar donde hallará las ideas más magníficas para su propio oficio, sin saber nunca, a ciencia cierta, dónde diablos se encuentra. Y aquí es donde encontramos lo hilarante de la serie: Lucius, un orgullosísimo romano, se ve superado por todas las invenciones de aquella “gente de cara plana”, como él mismo los llama, pensando que aquella cultura es superior al Imperio Romano en casi todos los aspectos. La verdad es que no hubo ni un solo capítulo donde no soltara varias carcajadas.
Al final de cada episodio, podemos acompañar a la autora del cómic, Mari Yamazaki, a visitar varios de los lugares más emblemáticos de la prefectura de Gunma, Japón, famosa por su cultura termal, por lo que Thermae Romae Novae no sólo termina por ser una seria bastante entretenida y divertida, sino que también nos enriquece con aquellas cápsulas culturales; además de todo esto, aprendemos varios aspectos importantes sobre la historia del Imperio Romano y sobre Japón. ¿Qué mas podemos pedir? ¡Ire videre Thermae Romae Novae!
Era diciembre del año 2011, y buscando recomendaciones discográficas en la red, llegó a mis manos The inside room de la banda 40 Watt Sun, y desde la primera vez que lo escuché, se clavó profundo en mi alma. La banda británica, perteneciente al subgénero del Doom Metal, había lanzado ese mismo año una pieza…
“El verdadero novio de México”, “El divo de Neza”, estos son sólo algunos de los motes con los que se le conocía al gran Charlie Monttana, un representante imprescindible de la historia del rock en México. Para mí, personalmente, se trata del exponente más grande del rock en nuestro país, no sólo por su larga…
Llegué a la misma cantina de siempre y pedí la promoción usual: una cerveza y un mezcal. Mientras esperaba, un joven mesero no dejaba de verme, como si estuviera intentando encontrar algo en mi persona. Yo, con los ojos clavados en mi sucia mesa continúe esperando. De pronto, llegó el mesero de mirada intrigante y…