Entramos mi hermano y yo a ese bar en Berlín donde se estarían presentando The Ramones. La emoción era demasiada, ya que desde que teníamos 13 y 14 años esa había sido una de nuestras bandas favoritas, y por fin se había arreglado todo para que pudiéramos verlos.
Era verano, por lo que el calor era insoportable, y estando dentro de ese pequeñísimo recinto, se acentuaba todavía más lo alto de la temperatura. No tardamos en pedirnos un par de cervezas, lo más frías que se pudiera, y éstas llegaron casi de inmediato; cuando quisimos pagarlas, nos dijeron que eran gratis, lo que nos causó una enorme alegría. Chocamos los vasos y con una sonrisa nos dijimos “salud”.
Habíamos pedido un par de rondas más, cuando en esos momentos se apagaron las luces y pudimos ver salir a los miembros de la banda uno por uno. Sin previo aviso, escuchamos un “Good evening, Berlin!” y de inmediato, se oyó el icónico “1,2,3,4!”. Con furia y velocidad comenzó a sonar Rockaway Beach, Judy Is A Punk, Oh Oh I Love Her So, Chainsaw y Let’s Dance: cinco canciones en diez minutos; era exactamente como siempre lo habíamos imaginado. Estábamos ya empapados de sudor por no haber dejado de brincar y empujar en el slam.
Después de varios frenéticos minutos más, los ánimos se calmaron y comenzó I Wanna Be Your Boyfriend. Cantamos con tal fuerza y alegría, que yo sentía que esos coros podían escucharse hasta la Ciudad de México. En esos momentos comenzó una de nuestras piezas favoritas, Needles and Pins. Volteamos a vernos, porque sabíamos lo que esa canción significaba para los dos: todos aquellos amores de juventud, tanto míos como suyos volvieron en esos acordes; pedimos otras cervezas y volvimos a brindar mientras cantábamos a todo pulmón:
“I saw her today, I saw her face it was a face I love
And I knew I had to run away and get
Down on my knees and pray that they go away
Still it begins needles and pins
Because of all my pride the tears I gotta hide
Ohh I thought I was smart I stole her heart”
Por un momento volvimos a tener 13 y 14 años, con nuestras playeras negras paseándonos por el tianguis del Chopo. Fue en ese momento cuando me di cuenta que estábamos escuchando a la alineación original: ahí estaba Joey Ramone, y recordé que él ya estaba muerto; volteé a ver a mi hermano y supe que él también había muerto hacía ya algunos años, y entonces lo comprendí: yo también estaba muerto, y el cielo es un concierto interminable de The Ramones con cerveza gratis.
Otros temas que te pueden interesar…
Crecimos viendo esto: Ren y Stimpy
Recuerdo que hace unos años, uno de mis sobrinos me preguntaba por las animaciones que a mí me tocó ver a su edad, es decir, aproximadamente a los siete u ocho años; más allá del anime como Dragon Ball, Sailor Moon o Caballeros del Zodiaco, entre otras series que yo veía en esa época, vino…
Intimidad
Tuvimos intimidad, no ese intercambio soso y frívolo de carne y fluidos al que ustedes le llaman así. Tuvimos intimidad, de esa a la que pocos seres humanos pueden aspirar en toda su vida. Caminamos de noche, sin destino certero, y el alcohol que nos inundaba la sangre nos hacía reír sin parar, a veces…
El mejor videojuego de la historia: Castlevania: Symphony of the Night
Yo tenía diez años, y, no recuerdo bien por qué razón, pero mis padres, mi hermano y yo, fuimos una tarde al mercado de Jamaica. Era bastante común que visitáramos esa zona del ya desaparecido Distrito Federal (que no es lo mismo que la Ciudad de México). Mientras recorríamos los pasillos del mercado, pasamos por…