Crecimos viendo esto: Invasor Zim

“Una obra de arte de la animación que llegó en un mal momento a un mal lugar”, así describiría yo a Invasor Zim, serie creada por el controversial animador de cómics norteamericano Jhonen Vasquez que narraba las desventuras de un alienígena llamado Zim, cuyo objetivo era conquistar el planeta Tierra, pero quien era lo suficientemente torpe como para no darse cuenta que se trataba de una falsa misión que le fue encargada sólo para deshacerse de él en su hogar natal. Con esta premisa, inicia una de las series que marcaron mi forma de ver la comedia y la animación. Invasor Zim, que comenzó a transmitirse por allá del año del 2001 en Nickelodeon, es una mezcla esquizofrénica de irreverencia, humor negro, escatología, ciencia ficción e incluso algo de gore y terror, todo ello acompañado de un estilo visual único e inconfundible. Cualquiera que escuchara estas palabras sobre una serie pensaría que estaba dirigida a un público adulto, y justo por ahí es por donde comenzó el problema con Invasor Zim. Se cuenta que, desde las proyecciones iniciales del capítulo titulado “La cosecha siniestra”, varios niños comenzaron a llorar y le pidieron a sus padres que detuvieran la proyección de prueba; esto último es entendible cuando uno mismo ve el episodio, el cual narra la forma en que Zim, en su esfuerzo por pasar inadvertido como un extraterrestre, roba órganos humanos a los niños de la escuela en la que se hace pasar por otro estudiante más, terminando por convertirse en una masa amorfa llena de estómagos y vísceras que le salen por la boca. Esa era la tónica general de la serie.

Para los que ya éramos un poco más grandes por ese entonces, Invasor Zim fue toda una revelación; mucho antes de Rick and Morty, Hora de Aventura o Smiling Friends, Invasor Zim se atrevió a mostrar cómo, desde la animación más descabellada e irreverente se podía ofrecer una ambientación oscura y aterradora que mostrara los aspectos más desagradables, asquerosos y obscenos de la raza humana con un toque incomparable de comedia.

La razón por la que Zim es un ser indeseable en su propio planeta, el Irken, gobernado por “los más altos”, es haber hecho fracasar la misión “Ruina inevitable”, por lo que le engañan haciéndole creer que se le ha asignado una de las misiones más importantes, pero, como hemos dicho, es sólo un pretexto para no volver a tener que lidiar con él. Le otorgan un asistente robot defectuoso llamado G.I.R (quien es, por mucho, la pieza principal para el humor del programa) y se le dan unas coordenadas al azar esperando que Zim se pierda en la inmensidad del universo, pero, sorprendentemente, sí existe un planeta en ese punto: el nuestro.

En un mundo de seres estética, moral e intelectualmente repugnantes y abominables – que es tal y como la serie muestra a los seres humanos – el único que se da cuenta que Zim es un extraterrestre es el excéntrico Dib, un niño de doce años quien, al ser tomado como un loco por todo su entorno, incluyendo a su padre el célebre Profesor Membrana y su aterradora hermana Gaz, no logra convencer a nadie de la supuesta amenaza que Zim representa para la humanidad.

Toda la serie es un cúmulo de animación que va desde conocer al horripilante Cerdo de la Pizza, hasta ver cómo Zim le arranca los ojos a un compañero del colegio que se había obsesionado con su amistad. Personajes como El Niño Cerdo, El Alce, Pie de Pollo y el Perro Guano, son sólo algunos de los que nos harán reír y aterrorizarnos en cada entrega del programa.

La serie, según dijo Nickelodeon en su momento, se canceló debido a la baja audiencia, sin embargo, la versión más conocida y plausible fue que se dejó de transmitir debido a numerosas quejas que sostenían que Invasor Zim no era un programa que debía de formar parte del canal infantil. Para los que sí la pudimos sintonizar en su momento y nos hicimos leales seguidores, cada capítulo quedó grabado en nuestras mentes, y hasta la fecha reconocemos con gusto y alegría los diferentes productos que, de vez en vez, todavía nos encontramos por internet o en alguna tienda de la Friki Plaza.

Si tú eres fanático o fanática de la animación irreverente, Invasor Zim es una comedia animada que no puedes dejar pasar.

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Crecimos viendo esto: As Told By Ginger

A principios del presente milenio, llegó una serie que cambió una buena cantidad de paradigmas y lugares comunes a la hora de pensar las animaciones dirigidas al público adolescente, ya que, tanto en la forma como en el contenido, se trató de una producción que retó en muchos sentidos, tanto a los directivos de Nickelodeon, como a la propia audiencia. As Told By Ginger, creada por la actriz y guionista norteamericana Emily Kapnek, transmitida desde el año 2000 hasta el 2006, fue la animación que giraba en torno a la vida de Ginger Foutley, una chica sensible y creativa a la que acompañamos en el periodo de su vida que va desde los 13 hasta los 16 años, aproximadamente. Ginger estará acompañada por toda una serie de otros personajes: su madre Lois, su hermano Carl, sus mejores amigas Macie y “Dodie”, y las antagonistas de la serie, Miranda y Courtney Gripling, por mencionar sólo algunos.

Hasta ahora, al lector le puede sonar esta serie como una de entre muchas; en este punto de la exposición, As Told By Ginger de hecho suena como una serie un tanto frívola hecha para adolescentes promedio que no aporta mucho frente a otras, pero, como se dice coloquialmente, “el diablo está en los detalles”. Ginger es una serie que, incluso cuando la veíamos de niños, sabíamos que no era una caricatura convencional. Alrededor de los sesenta capítulos con los que cuenta, temas como el duelo por la muerte de un ser querido, el divorcio, el comienzo de la sexualidad adolescente y lo que conlleva (la menstruación, por ejemplo), el pudor sobre el propio cuerpo y la fidelidad en las relaciones de amistad, son sólo muchos de los temas que se tratan en la serie. Recuerdo dos episodios en particular que en su momento me hicieron pensar bastante, y que ahora a la distancia entiendo el porqué: el primero de ellos tenía que ver con un poema que Ginger escribe, y que, a partir de éste, maestros, familia y compañeros comienzan a preocuparse por el estado anímico de la protagonista, todos con el miedo latente de que Ginger estuviera pensando en el suicidio. Por supuesto que la serie no utilizaba el término “suicidio” como tal, pero era muy obvio que ese era el tema de dicho capítulo. Otro episodio, que igual resaltaba por su tono gris y sobrio era aquel en que Ginger escribía una composición para ser recitada en público, en la que trataba la manera en cómo, la ausencia de su padre, la había afectado desde una infancia muy temprana.

As Told By Ginger tenía una estructura serial, lo que quiere decir que la animación iba avanzando y afectándose en su desarrollo capítulo tras capítulo, por lo que también podemos apreciar cómo es que los personajes se van desarrollando física y psicológicamente, lo que siempre sirvió para crear tramas complejas y profundas. La innovación en Ginger se ve en ciertos detalles, por ejemplo, en el hecho de que se trató de la primera serie animada que hizo que todos sus personajes (sólo con contadas excepciones), utilizaran un atuendo distinto por día, a diferencia de otros protagonistas de series animadas; como admite el propio Bart Simpson, quien ha usado la misma ropa durante varios años seguidos. Quizá no parezca la gran cosa, pero cuando uno atiende a este tipo de detalles, se nota el amor que su creadora y toda la producción pusieron ahí.

Pero Ginger no es sólo esta “telenovela para niños” – como la calificó ya en su momento un primo de mí misma edad – sino que también es una gran comedia animada. Los personajes de Carl y “Hoodsey” agregan ese carácter irreverente, por lo que además de varias reflexiones, la serie también ofrece momentos de hilaridad.

Fue hace unos días que reencontré esta serie en internet, y no quise dejar de escribir sobre ella. La he disfrutado mucho más ahora de adulto que lo que la disfrutaba en su momento, y creo que se debe a que Ginger es uno de esos productos que funcionan en muchos niveles, por lo que, sin lugar a dudas, se las recomiendo encarecidamente.

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Crecimos viendo esto: Ren y Stimpy

Recuerdo que hace unos años, uno de mis sobrinos me preguntaba por las animaciones que a mí me tocó ver a su edad, es decir, aproximadamente a los siete u ocho años; más allá del anime como Dragon Ball, Sailor Moon o Caballeros del Zodiaco, entre otras series que yo veía en esa época, vino a mi mente El show de Ren y Stimpy. Busqué en YouTube algún capítulo de dicha serie y le mostré el primero que apareció. No habían pasado ni cinco minutos cuando él me preguntó sorprendido si ese era el tipo de caricaturas que los niños de mi edad vimos en su momento, y no podía creer que algo así como lo que él estaba visualizando pudiera haber sido creado para un público infantil. Esto no fue ninguna revelación para mí, ya que, desde que yo veía el programa, la controversia había tocado de manera recurrente al show de Ren y Stimpy.

Como dije, yo tenía alrededor de siete años cuando mi mamá pasaba por mí y mi hermano a la primaria; llegábamos a comer, y mientras comíamos veíamos en televisión abierta a Ren y Stimpy. Más allá de que a mi madre ciertas escenas le causaran asco o incomodidad, recuerdo que ella se reía junto a mí y Fernando, y esta rutina que comento se prolongó durante bastante tiempo, no recuerdo cuánto, pero así pasaron los años. Posteriormente el show fue cancelado, y muchos años después, ya siendo adolescentes, mi hermano y yo nos dimos a la tarea de buscar la serie ahora en formato DVD. Menciono esto por dos cosas: más allá de la controversia que acompañó al programa, mi madre nos dejaba ver a Ren y Stimpy, tanto así que se convirtió en uno de los recuerdos más importantes de nuestra infancia al punto de buscarla más adelante.

Pero, ¿de qué va El show de Ren y Stimpy? La caricatura, creada en 1991 por John Kricfalusi nos presenta a Ren Höek, un chihuahua neurótico y por momentos perverso que vive acompañado de Stimpson J. Gato, un felino que a diferencia de Ren es dulce e ingenuo y su visión de la vida es bastante inocente y cándida. La serie no tenía ningún tipo de linealidad; lo que veíamos era a estos dos personajes en varias situaciones inverosímiles y disparatadas. Me sería imposible hablar de todos los eventos que acontecieron en la serie, lo que sí puedo hacer es traer aquí algunos de los episodios que desde aquella lejana infancia sigo manteniendo en mi mente: el episodio sobre el Hada de los Dientes, una versión “poco común” – por decir lo menos – del personaje de fantasía; cuando Ren se vuelve una gran estrella del cine de Hollywood; el episodio de Olorín (que no era otra cosa que una flatulencia de Stimpy, quien se convierte en su mejor amigo), o cuando Stimpy se vuelve el enfermero de Ren. Mención honorífica al episodio donde Ren se vuelve productor de un cortometraje animado titulado “Me gusta el rosa”, protagonizado por Explody. Hasta la fecha, río a carcajadas (¡se los juro!) cada que lo veo en YouTube. Considero a ese episodio y al cortometraje en cuestión una obra de arte de la comedia de lo absurdo. Son fragmentos como estos los que nos dejan valorar, hasta hoy en día, el hecho de que Ren y Stimpy nunca fue una caricatura para niños, sino un ejercicio de animación de finales del siglo XX que coqueteaba ya con temas y tonos surreales que definirían la animación para adultos todo lo que se haría posteriormente.

Además, encontramos a toda otra serie de personajes igual de perturbadores que el propio Ren y Stimpy, por ejemplo, el Señor Caballo, el Hombre Tostadas en Polvo, el Capitán Fangoso, Kowalski y Sammy Mantis Jr.

Ren y Stimpy también contenía una buena cantidad de sátira a la sociedad del espectáculo: desde aquella que iba dirigida a la industria cinematográfica, como a todo el marketing enfocado al posicionamiento de productos para niños. Sobre esto último, y si ustedes vieron la serie en su momento o posteriormente, recordarán los anuncios dentro de la transmisión del programa de “Tronco” y “Sebo” o la famosa «Arena Pulcrogato».

Le debemos mucho, muchísimo a Ren y Stimpy: gracias a esta serie muchos nos familiarizamos desde edades muy tempranas con el jazz, el blues y la música clásica, y por supuesto, lo más importante, Ren y Stimpy fue la serie que le abrió las puertas a toda una nueva generación de animación: nunca hubieran existido Los Simpson, Los Reyes de la Colina, South Park, La Vaca y el Pollito y Beavis and Butt-head sin Ren y Stimpy; no lo digo yo, lo dicen sus propios creadores, Matt Groening, Trey Parker y Matt Stone, David Feiss y Mike Judge.

Ren y Stimpy es y será, por su propio mérito y por la influencia que tuvo en toda la animación de lo siglos XX y XXI, una pieza fundamental de la historia de la animación.

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